Ponentes y organizadores de la primera jornada, dedicada a 'Badies somes i cavallets de mar'. | Pilar Pellicer

TW
1

Baleares es el último reducto de las barreras de posidonia en el Mediterráneo, al modo de las barreras de coral, o presenta como un mínimo del 50 % de estos hábitats en el Mare Nostrum. Así lo ha explicado este jueves Emma Cebrian, del Centre d’Estudis Avançats de Blanes (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), durante su ponencia en la primera de las Jornades de Biodiversitat Marina, organizadas por la Fundació Marilles.

Esta primera jornada, dedicada a Badies somes i cavallets de mar, fue inaugurada por Antoni Grau, director general de Pesca, y Aniol Esteban, director de la Fundació Marilles. Grau ha explicado que el Govern está estudiando la regulación de la velocidad de las embarcaciones en aguas costeras «no sólo por una cuestión de ruido y seguridad, sino también por la turbidez que provoca en las aguas». El director general señaló que «no hay que crear falsas expectativas de recuperación del estado prístino original, pues actualmente existe una actividad humana y de navegación en aguas que siempre fueron calmas». El Govern, a través de la Conselleria d’Agricultura, Pesca i Medi Natural, ya ha iniciado reuniones para elaborar una estrategia balear de conservación de zonas marinas someras, entendidas como aguas poco profundas y poco renovadas, con altas salinidad y temperatura, que pueden albergar una gran riqueza de flora y fauna. Sin embargo, la mayoría de ellas se ven gravemente degradadas por los impactos humanos (urbanización, presión de la navegación o contaminación, entre otros factores).

Aniol Esteban ha indicado que «no recuperaremos el estado prístino de nuestras aguas, hemos perdido color y vida, pero sí podemos mejorar la situación actual con más inversión y siendo eficientes con los recursos que ya tenemos».

Noticias relacionadas

Emma Cebrian ha destacado la «cantidad excepcional de bahías someras que tiene Baleares en el conjunto del Mediterráneo, pero nos encontramos con amenazas que pueden llevarnos a un no retorno si queremos cierta recuperación: urbanización, vertidos, especies invasoras, olas de calor…». Cebrian defendió las labores de restauración, pero precisando que «muchas veces no funcionan y, en cualquier caso, siempre es mejor la conservación y mitigar impactos que tener que restaurar».

Jorge Terrados, del Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (Imedea), ha detallado el proyecto de Bosc Marí, en la bahía de Pollença, financiado por Red Eléctrica, que consiste en la recuperación de dos hectáreas de posidonia a menos de 10 metros de profundidad con fragmentos de estas plantas marinas con hábitos de crecimiento horizontal. Terrados ha explicado que «con seis años de monitorización, la supervivencia ha sido superior al 80 %, aunque la recuperación de densidades naturales será a largo plazo. La plantación de posidonia es técnicamente viable y puede tener éxito, pero la recuperación del ecosistema es lenta». Al igual que Emma Cebrian, Terrados incidió en que «es mucho mejor conservar que restaurar y no hay que olvidar que conservar es requisito para restaurar».

Por su parte, Tatí Benjumea y Laura Royo, de la Fundació Cleanwave, han comentado su proyecto de restauración de la bahía de Portocolom (Felanitx), cuyo estado de conservación, en general, «es desfavorable y malo por el impacto del urbanismo, las obras portuarias con dragados y movimientos de arena, la presión náutica o los fondeos sobre posidonia». Este proyecto de restauración tiene de plazo hasta 2026 y cuenta con financiación privada.