Un agente observa el vehículo destrozado por la explosión de Palmanova. En el recuadro superior, una imagen de Francesc Antich en aquella época. | Michels/A.Sepulveda

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Esa soleada mañana del 30 de julio de 2009, cuando faltaban diez minutos para las dos de la tarde, una explosión sobrecogió a los vecinos de Palmanova. ETA acababa de matar cobardemente a dos jóvenes guardias civiles: Diego Salvá, de 27 años, y Carlos Sáenz de Tejada, de 28. En aquella época las redes sociales no estaban tan avanzadas como ahora y pasaron algunos minutos hasta que la noticia se propagó. Pero Toni Torres, el jefe de Gabinete de Francesc Antich por aquel entonces, recibió una información privilegiada: la mujer de un funcionario del Govern trabajaba en el PAC de Palmanova y le relató, al momento, lo que estaba sucediendo. Torres, mano derecha del jefe del Ejecutivo, corrió a contarle la trágica noticia: «Ha explotado un coche bomba y parece que hay dos guardias civiles muertos en Palmanova».

Antich siempre quería conocer sobre el terreno lo que estaba pasando y, sin dudarlo, acudió hasta la calle Na Boira, donde había explotado la bomba. En esos momentos casi nadie sabía lo que estaba pasando, ni siquiera el delegado del Gobierno, Ramón Socías. En el coche oficial de Antich, que era blindado, viajaban el chófer y un policía, en las plazas delanteras, y detrás el president y Torres, pegados al teléfono móvil y recibiendo las últimas novedades.

Les abría el paso otro vehículo oficial, con los escoltas. Al llegar a Palmanova, el caos era total. Una columna de humo se elevaba a 200 metros de la playa, junto al cuartel. Indicaba el lugar donde los terroristas habían hecho volar el Nissan Patrol de los dos jóvenes guardias civiles. La comitiva se topó con un cordón de seguridad y el vehículo de Antich se detuvo en la calle Miquel dels Sants Oliver.

El president, Torres y el resto de integrantes se apearon del vehículo. Estaban a 300 metros del punto de la explosión. Junto a ellos, ETA había colocado una segunda bomba lapa en los bajos de un vehículo estacionado allí. Antich y su equipo pasaron cerca de una hora en aquel lugar, en aquella mañana fatídica en la que ETA mató por última vez. Finalmente, se amplió el perímetro de seguridad y la comitiva se marchó a recibir al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y a la ministra de Defensa, Carmen Chacón, que habían viajado exprofeso desde Madrid. Fue poco después cuando se descubrió la trampa de los terroristas y los artificieros explosionaron a distancia el segundo coche bomba. Cuentan que Antich, al enterarse de que había vuelto a nacer, ni se inmutó: «El drama es que han matado a dos jóvenes guardias civiles».