Laura Camargo, con un ejemplar de su libro, 'Trumpismo discursivo'. | Pere Bota

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Fue una de las fundadoras de Podemos en Baleares, partido que abandonó. Ahora es profesora de la UIB y su último trabajo en forma de libro es un análisis del modo en que la extrema derecha coloca sus mensajes. Este jueves lo presenta en la librería Drac Màgic.

¿Qué es el ‘trumpismo’ discursivo?
Tiene que ver con la impronta que ha tenido Trump en otros políticos en la forma de comunicar: agresividad verbal, insulto, la banalización, el intento de viralizar sus mensajes y de generar una sensación de alerta permanente. La finalidad última es confundir a la ciudadanía y tener a todo el mundo entretenido en las redes sociales en lugar de en las cosas importantes.

¿Esto es exclusivo de la derecha?
El discurso populista, que da base el discurso trumpista, lo utiliza tanto la derecha como la izquierda. El populismo no es una ideología; es un tipo de comunicación política que confronta el pueblo con las élites, se orienta a la polarización y hay un líder que se presenta como posible salvador. En este país, Podemos ha sido el partido que más lo ha usado.

Habla de la desafección política.
El efecto de transmitir la política como una constante pelea, ese ‘que te vote Txapote’ o ‘me gusta la fruta’, genera un sentimiento antipolítico y aquí aparecen formaciones como Alvise Pérez. Se da la imagen de que los políticos no son capaces de solucionar los problemas de la gente frente a ellos, que, además de entretenimiento, aportan soluciones que casi siempre miran al pasado y no al futuro.

Su conclusión no es optimista.
Al final del libro sostengo que, dado que las derechas cada vez se radicalizan más y las izquierdas cada vez se moderan más, hay que buscar una salida que, precisamente, no es moderarse sino todo lo contrario: la izquierda tiene que radicalizarse y seguir buscando la utopía.

¿Qué ha pasado para que en tan poco tiempo la izquierda esté como está?
El PSOE está mostrando claros síntomas de agotamiento de ideas. Es incapaz de dar solución a problemas como el de la vivienda. Parte de las clases trabajadoras ha pasado a apoyar a la derecha, que hace un discurso contra las élites totalmente falso porque ellos apuntalan todos los pilares del capitalismo neoliberal. La clase trabajadora no les importa nada. Tras la crisis de 2008, el PSOE se apuntó a las medidas de austeridad.

De ahí salió Podemos y el 15-M.
Sí, pero a la par nacieron los indignados neoliberales, que dicen ‘tu hipoteca no es mi problema’. Las élites comenzaron a armarse a partir de ahí y a recoger el malestar de gente que vive procesos de depauperación. El mensaje es que Manolo el de la C15 va a poder seguir entrando en la ciudad, contaminando a tope, y que Mercedes va a poder salir a la calle sin que su casa se la ocupen unos menas. Son imaginarios que dan resultado.

¿Hay otros factores que expliquen la ola reaccionaria?
Vivo en la zona de Pere Garau y me he dado cuenta de que allí hay una iglesia evangélica cada 500 metros. En esa zona hubo un gran avance de Vox que se atribuyó a la presencia del cuartel de la Guardia Civil, pero creo que tiene más que ver con estas iglesias que defienden la vuelta de la mujer a la esfera privada y un conservadurismo atroz, con la religión como elemento central. Generan redes de apoyo, lo que se llama el ‘cristianismo del plato de arroz’. Ahí también hay mucho voto a Vox.

Luego hay una resignificación de conceptos: la libertad.
Lo que ha pasado con la palabra libertad es lo que llamamos un secuestro semántico. Ahora es la libertad individual. Para Díaz Ayuso, que es la representante máxima del ‘trumpismo discursivo’, la libertad es poder tomarte una cerveza, pero no lo es poder ir a un centro de salud y que te atiendan gratuitamente.

¿Quién sería en Baleares?
Probablemente Jorge Campos, aunque no maneja muy bien la identidad de aquí. Ayuso sí ha logrado ese rollo chulesco, castizo madrileño.

Insiste mucho en el papel de las redes sociales.
Sí, porque es allí donde operan y donde lo que llama la atención es una barbaridad. Si no llamas la atención, no vales para nada. En la primera campaña de Trump fue muy eficaz y él se dio cuenta de que, con la retórica tradicional, no se triunfa.

Un último apunte de actualidad: ¿cómo ve lo que ha pasado entre PP y Vox en Baleares?
En la izquierda hay un problema pero en la derecha también. Prohens se ha fiado de un partido que ha demostrado que no es de fiar y que tiene una agenda propia, que es fortalecerse.