A finales de la década de 1990, un tipo barbudo que había sido alcalde de Algaida y que había salido en los periódicos porque se metía en las zanjas para ayudar a los obreros a canalizar las aguas del pueblo, presentó su candidatura para dirigir el partido socialista balear. Fue entonces cuando le conocí. Nadie daba un duro por él. Se enfrentaba a la línea oficial que capitaneaban el histórico Andreu Crespí y la poderosa Margarita Nájera. Hablaba de cosas como «más PSIB y menos PSOE» y del Estado federal.
Qué poco cambiamos
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