Francesc Antich, en una imagen de archivo | Archivo

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Se publicarán obituarios de todo tipo en los que seguro que lo más repetido sea que fue un «hombre corriente», como a él le gustaba decir. Y cercano. Y buen tipo. No está al alcance de mucha gente con trascendencia pública el ser conocida por su nombre de pila y menos aún por el diminutivo. Así fue en su caso. Incluso algunos que no lo conocían de nada se referían a él como Xisco, sin más. No resultaba necesario el apellido. Si se hablaba de política, en ella él era el único Xisco. Esa cercanía que inspiraba decía –dice– mucho de él. Casi todo, incluso. Al menos el todo que de veras importa al final de la vida. Como político su labor será discutida, por supuesto, pero la sensación de proximidad personal que irradiaba lo convirtió en un indiscutible fuera de serie.

Emergerán muchas anécdotas retratándolo con esa imagen. Una de ellas a veces la cuenta un viejo periodista. Narra que durante el primer mandato presidencial de Xisco, entre 1999 y 2003, uno de los siniestros personajes que de forma inexorable se cuelan en la sentina de todo poder institucional intentó extorsionarlo con la velada amenaza de que si no se sometía –o sea: que escribiese mejor del Govern– el medio en el que estaba contratado perdería publicidad e incluso podía dejarle sin trabajo. Cuando llegó a oídos de Xisco, éste le telefoneó y se puso a su disposición para acabar con la presencia del extorsionador en aquel cargo público. «Es intolerable y no voy a permitir que en mi Govern pase esto». No fue necesaria su intervención. El susodicho se desdijo al sospechar problemas.

El periodista nunca ha olvidado aquel gesto. Y recuerda que unos pocos días después publicó un artículo muy crítico con el Govern de Xisco, porque consideró que debía y así lo hizo. No sin sentir cierta incomodidad. Al cabo de algún tiempo lo comentaron ambos y el presidente le dijo lo único posible en un tipo como él: «sólo faltaría, es tu trabajo y debes hacerlo con total libertad». El periodista confiesa que aún le duele haberlo publicado. No tanto como el de hoy.