La primera Vespa de Mallorca llegó en la cubierta de un 'llaüt' a Banyalbufar

Historia del contrabando que alimentó el ego de los ricos y el estómago de los pobres

Fotografía de archivo de dos chicas sobre una vespa. | R.C.

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La primera Vespa que circuló por las carreteras de Baleares entre finales de los años 50 y principios de los 60 llegó sobre la cubierta del llaüt Pandora a la costa de Banyalbufar. Para entonces el estraperlo no solo estaba normalizado sino que se había convertido en una industria próspera que alimentaba los caprichos de las clases más pudientes.

«Es increíble la complicidad de todos los habitantes en este negocio, desde las clases más altas hasta las más bajas. Gente para las que sería un caso de conciencia tocar una paja propiedad de otro no encuentran la menor objeción al fomento del contrabando». El pasaje del libro Die Balearen del archiduque Luis Salvador, sorprendido por la normalización del estraperlo, da buena cuenta de un fenómeno que no solo garantizó la alimentación de los mallorquines en tiempos de hambruna sino que proporcionó a las clases adineradas lujosos vehículos, vestidos y joyas. Así fue como llegó la mítica moto italiana a la Isla.

Mallorca ya tenía condones cuando estos estaban aún prohibidos en España y la ginebra de estraperlo regaba las vacaciones de los primeros extranjeros en los hoteles. El contrabando está ligado a las Baleares desde tiempos inmemoriales, pero intensificó su actividad en la posguerra y vivió su ‘edad de oro’ con la llegada del boom turístico.

«Los turistas tenían un derecho no escrito a llevarse en sus vacaciones una botella de whisky o de ginebra como souvenir, cuando aquí solo se bebía coñac y hierbas. Los hoteles funcionaban a modo de bandas, hacían el pedido que llegaba de contrabando desde Gibraltar. Los pasadores recibían todo tipo de encargos. La connivencia social, la tolerancia de las autoridades y el boom turístico hacen que el estraperlo se industrialice en Mallorca y llegue a tener un papel de mucha importancia desde el punto de vista económico y social que perdura en el tiempo», explica el historiador Pere Ferrer, especialista en la materia.

Los expertos sitúan el inicio de la actividad en Baleares a finales del siglo XIX cuando los pescadores que tienen las mejores barcas consiguen ir hasta Argelia y comienzan a traer algún fardo de contrabando además de sus capturas. «Los mallorquines llegan a tener dos fábricas de tabaco en Argelia y van mejorando sus barcos que tienen cada vez una envergadura superior.

Con el tiempo Gibraltar pasa a ser el principal proveedor. En la posguerra es un puerto franco controlado por los ingleses y desde allí llegaba todo lo que faltaba en Mallorca: azúcar, harina, tabaco… se fue diversificando y cambiaron las provisiones, trabajaban principalmente por encargo», relata Ferrer.

«El archiduque se extrañaba de que el pueblo lo viera como algo beneficioso y lo cierto es que no solo había complicidad con el pueblo sino con la autoridad, que recibía su parte a cambio de hacer la vista gorda. La idea más extendida es que beneficiaba a todo el tejido social desde las clases más altas hasta las más populares», añade Ferrer.

Uno de los 'secretos' en los que los contrabandistas ocultaban los fardos.
Uno de los 'secretos' en los que los contrabandistas ocultaban los fardos.

El historiador recuerda cómo en los años sesenta «las primeras Vespas se pagaban a precio de oro en el Port des Canonge. La actividad se va profesionalizando y se crean varias compañías como sa Vall d’Es Trenc de Joan March o la compañía Moll, su gran rival. Tienen ya toda una estructura con sus propios contables y utilizan barcos ingleses adaptados con motores potentísimos para evitar que les atrapen, es cuando surgen las primeras rivalidades y los chivatazos».

A principios de los años 80 la connivencia con las autoridades pierde fuelle y aumenta la persecución. Para entonces los grandes contrabandistas habían amasado inmensas fortunas y deciden retirarse. «Su dinero financió la creación de grandes empresas, la construcción de hoteles y, los trabajadores que ocupaban puestos intermedios (los pilotos, los intermediarios, los que cogían el dinero) formaron una clase media que también invirtió, unos con más suerte que otros, en compra de tierras, en abrir souvenirs y otros negocios», concluye el experto.

La imagen nostálgica de los primeros contrabandistas caló en la memoria colectiva silenciando el lado oscuro que rodeó al oficio en sus últimos años. Las grandes compañías funcionaban como las bandas de delincuencia actuales. «Hubo enfrentamientos y hubo muertos», dice Ferrer.

La fortuna de Joan March, amasada a través de esta actividad de comercio ilegal, contribuyó además a uno de los episodios más negros de la Historia de España. «Sin la ayuda de Joan March el golpe de Estado de 1936 habría fracasado, prestó una ayuda vital para que triunfaran los nacionales en la Guerra Civil», recuerda el especialista en contrabando.