XAVIER PASTOR

«Me desarma que surjan más negacionistas y terraplanistas»

Pastor ha sido distinguido con el Premio Nacional de la Sociedad Geográfica Española, un prestigioso reconocimiento a su trayectoria

Pastor, fotografiado en Palma, antes de la entrevista. | Alejandro Sepúlveda - ALEX SEPULVEDA

TW
13

Xavier Pastor (Palma, 1950), auténtico pionero del ecologismo en España, recibirá el próximo 20 de marzo, en Madrid, el Premio Nacional de la Sociedad Geográfica Española.

¿Qué supone este reconocimiento?
— Creo que es un reconocimiento a los cientos de personas que he tenido la oportunidad de dirigir en el GOB, Greenpeace u Oceana -ahora colaboro con Marilles-, gente con la que conseguimos resultados que no habría logrado yo solo. Dicho esto, y viendo la trayectoria de la Sociedad Geográfica y de sus premiados, para mí es un honor que me lleva a pensar que he colaborado un poco a cambiar las cosas.

Usted abrió el camino del ecologismo cuando casi nadie sabía qué era.
— Sí, yo trabajaba en el Oceanogràfic y era funcionario. Como consecuencia de ese trabajo, empecé a preocuparme por la situación ambiental de Balears, que ya evidenciaba una degradación, y me apunté al GOB, que era muy reciente, y llegué a presidirlo. A finales de los años 70 organizamos unas jornadas sobre difusión del ecologismo y, entre otros, vino Rémi Parmentier, cofundador de Greenpeace Internacional, que me ofreció abrir una delegación en España. Acepté, mientras seguía en el Oceanogràfic, y fui presidente de Greenpeace España. Todo mi tiempo libre lo dedicaba a Greenpeace hasta que se me exigió un trabajo más profesionalizado, de director ejecutivo. Para esta función tuve que dejar el Oceanogràfic. No fue fácil dejar una plaza de funcionario.

Organizó campañas históricas.
— Sí. Fuimos pioneros y, al mismo tiempo, nos divertíamos. Reinaba la camaradería, recorríamos el mundo y lo mejor de todo es que obteníamos resultados a nivel internacional: parar pruebas nucleares y el vertido de residuos radiactivos al mar, la prohibición de cazar ballenas y focas, la prohibición de clorofluorocarbonos para salvar la capa de ozono, o, a nivel local, impulsar el Parc Nacional de Cabrera, donde finalizaron las maniobras militares. Todo ello, unos años antes, parecía impensable. Esas campañas eran intensas, duraban años. En el reciente homenaje a Francesc Antich, recordé que le pedimos que hiciera lo posible para evitar las escalas de portaviones nucleares norteamericanos, que recalaban 50 días al año en Palma. Antich fue valiente, hizo una declaración institucional y dejaron de venir. Desde entonces, sus visitas son muy esporádicas.

Hasta que dejó Greenpeace.
— Sí, hubo una crisis laboral interna y salí perdiendo. Fue una situación imprevista y dolorosa. No esperaba verme inmerso en problemas de recursos humanos y ocurrió en un momento dulce de actividad, ingresos y socios. Incluso se recurrió a un bulo contra mí. Compramos un solar en Son Bugadelles para crear un centro de entrenamiento de nuestros activistas y se dijo que quería trasladar la oficina central de Madrid a Mallorca. Era falso.

Dejar Greenpeace no le hizo parar.
— No. Estuve dos años en la organización MarViva y pasé a Oceana, una organización sin acción directa, pero dedicada a a las investigaciones y las expediciones científicas, sin dejar de lado la presión política.

¿Cóme ve el panorama ambiental actual? Parecía que se consolidaba la concienciación sobre el cambio climático, pero el negacionismo entra con fuerza.
— Lo veo francamente mal. Los poderes económicos y sus derivados políticos han reaccionado contra la concienciación. La Unión Europea lideraba las cuestiones ambientales en el mundo. También lo hizo Estados Unidos en su momento. Por ejemplo, los conservadores alemanes eran muy avanzados en estas cuestiones . Sin embargo, el conservadurismo en general se ha hecho más radical y más negacionista, mientras que la extrema derecha aprovecha las redes sociales para tener más presencia y apoyos con bulos, fake news y teorías de la conspiración. Los parlamentos no ratifican los acuerdos de las cumbres mundiales y a éstas ya nadie les hace caso.

¿Y cómo lo ve en Baleares?
— Marga Prohens admitió que había masificación, que había que fijar límites, los problemas del alquiler turístico y de la saturación de coches, y que la ecotasa no era negativa. Puso en marcha el Pacte per la Sostenibilitat, pero ha propuesto unas medidas muy débiles, de corto recorrido. Así podrá decir que ha hecho algo, pero no me extraña que las entidades participantes hayan salido de las reuniones. Ahora afirma que la masificación se reduce a unos momentos y unos lugares concretos. Y la Llei de Simplificació Administrativa es una bofetada en toda regla a todos los que han cumplido la normativa y un estímulo para cometer más ilegalidades.

Según los hoteleros, Mallorca no está masificada.
— Me pregunto cuántos de ellos van a la playa para que no vean la masificación. Llevo varios veranos sin ir a la playa y el motivo es único: la masificación que me voy a encontrar.

¿Hay desánimo en un activista como usted?
— El cambio climático es más que evidente y con la pandemia teníamos que hacer más caso a la ciencia, pero resulta que surgen más negacionistas, terraplanistas y antivacunas. Todo ello me deja perplejo. La ciencia diagnostica los problemas, pero les da igual y eso me desarma. No veo una solución ni cómo revertir esta situación.