Daniel Sánchez Burría, el presunto cuarto miembro del comando
Barcelona, decidió entregarse sintiéndose acorralado por la
policía, según fuentes de la lucha antiterrorista. El joven, un
legal ligado al independentismo radical, se escondió en casa de
unos amigos, que también han sido detenidos, el mismo día de las
detenciones de José Ignacio Krutxaga y Liarni Armendáriz.
Burría, que declaró durante todo el día en las dependencias de
la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, veía frente a su
casa, próxima a la avenida Diagonal, los controles policiales que
se montaron tras la detención de los dos miembros del comando, lo
que le llevó a descartar una posible huida de la ciudad y optó por
refugiarse en casa de unos compañeros. Junto a Burría, se detuvo
cautelarmente a sus dos amigos, aunque inicialmente se descarta que
tengan relación con la banda armada, al igual que ocurrió con el
propietario del piso alquilado por los presuntos terroristas en la
calle Pintor Fortuny y su novia, que también fueron detenidos.
Según fuentes de la lucha antiterrorista, una vez se detuvo a
Krutxaga y Armendáriz y se identificó a Fernando García Jodrá, el
joven abandonó la casa de su madre en la calle Santa Amelia de
Barcelona, llamó a su puesto de trabajo en la Casa de la Maternitat
para advertir que no acudiría alegado encontrarse mal y se refugió
en el domicilio de amigos de la órbita independentista. Burría se
enfrentaba entonces a dos alternativas: entregarse a las Fuerzas de
Seguridad «como mal menor» teniendo en cuenta que es un miembro
«legal», no fichado, de la banda o pasarse a la clandestinidad como
miembro operativo de ETA.
Según las fuentes antes citadas, una semana después de la
desarticulación del comando y habiéndose hecho pública su
identidad, Sánchez Burría decidió entregarse pero fue detenido en
las inmediaciones del los juzgados de guardia antes de poder
hacerlo. La participación en labores de apoyo y logística del
comando se considera sólidamente documentada, según fuentes de la
lucha antiterrorista, que sostienen que Sánchez Burria hacía de
«guía» de los miembros operativos en la Ciudad Condal amparándose
en su legalidad.
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