«¡Ay, mi niño; ay, mi hijo del alma; pídeme la vida, que yo te
la doy otra vez», gritaba entre lágrimas Bibiana Domínguez, la
madre del cabo primero Juan Carlos Bohabonay, mientras pasaba una y
otra vez la mano sobre el nombre del militar fallecido. Su memoria
y la de sus 61 compañeros han quedado grabadas en sendos monumentos
inaugurados ayer por los ministros de Defensa de España y Turquía,
José Bono y Vecdi Ganul respectivamente.
Uno, en la ciudad de Macka, consiste en la estatua en bronce
dorado de un soldado que sostiene entre los brazos a otro que
desfallece, y que representa el apoyo del ejército turco al español
en la tragedia. Es un monumento a la amistad hispano-turca. El
otro, un obelisco metálico levantado a 2.100 metros sobre el nivel
del mar Negro, en la ladera del monte Pilav, donde dejaron la vida
hace justo un año 40 militares de Tierra, 21 del Aire y un guardia
civil.
Ellos hubieran querido morir de otra manera, dijo Bono después
de la inauguración del primer monumento y de dar las gracias a las
autoridades, al ejército y el pueblo turcos. «Lo que no quisieron
es morir de otro modo que no fuera en el servicio a España»,
enfatizó a continuación entre aplausos emocionados de los
parientes. El ministro cenó el martes con las familias, a las que
pidió «perdón y piedad» por los fallos que se hayan podido
cometer.
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