Mallorca celebra hoy su fiesta oficial, la Diada de Mallorca,
con un variado programa de actos, con un claro apoyo institucional
de la clase política, pero con un trasfondo indiferente de la mayor
parte de los ciudadanos de las Islas que, o bien no saben qué es lo
que hoy se celebra o bien no se sienten lo suficientemente
involucrados en la celebración como para sentir como propia una
fiesta considerada todavía muy institucional.
Los esfuerzos que ha realizado la presidenta del Consell de
Mallorca, Maria Antònia Munar, por dotar a los ciudadanos de la
Isla de unos símbolos que los representen y con los que se
identifiquen como pueblo han sido muy loables. La elección de La
Balanguera como himno de la Isla o la institución del 12 de
septiembre como fecha de reafirmación del mallorquinismo político y
social han sido excelentes iniciativas que, sin embargo, poco
efecto han tenido en su propósito inicial.
Por todo ello, a las campañas institucionales que informan de la
celebración de la Diada de Mallorca deberían ir sumándose actos que
realmente calen en los ciudadanos, sin caer en un populismo de
pandereta, y que les empujen a participar en esta fiesta.
La Diada de Mallorca no es una celebración popular porque son
los políticos y no los ciudadanos quienes han decidido que se
celebre. A ello se suma la bisoñez de una celebración que tan sólo
cuenta con ocho años de existencia. No obstante, el esfuerzo
pedagógico debería mantenerse en el tiempo y el Consell tendría que
perseverar en su intención de dotar a Mallorca de un día en el que
celebrar ese sentimiento de pertenencia a un pueblo. Sólo así será
posible que una fiesta diseñada desde instancias políticas se
traslade a los ciudadanos para que éstos la asuman como propia.
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