Imagen de archivo del edificio donde se suicidaron siete de los implicados en el atentado del 11-M.

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EFE/OTR-PRESS - MADRID
El marroquí Abdennabi Kounjaa, uno de los presuntos autores del 11-M que se suicidó en Leganés, dejó varias cartas de despedida, entre ellas una en la que pedía a sus hijos que siguiesen a los «hermanos muyahidines en todo el mundo y quizás seréis unos de ellos, ya que eso es lo que espero de vosotros». Es en la segunda de las cuartillas de que consta la carta donde lanza las proclamas más fuertes asegurando que no soporta vivir como un débil y bajo la mirada humillante de los muchos infieles que le rodean en su vida cotidiana.

«Quiero que sepas con seguridad que yo no dejé a mis hijos por capricho mío sino por una decisión de Dios, todo poderoso», afirma Kounjaa, quien también tiene palabras para sus suegros a los que les llega a decir que ha «dejado esta vida por que no es valiosa» y que está «contento con este camino».

Las misivas se recogen en el auto hecho público por el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo por el que se levanta el secreto sobre diversos informes técnicos, periciales y de la Policía Científica en los que se analizan los cientos de pruebas materiales recogidos en los distintos escenarios en los que se planearon o ejecutaron los atentados del 11-M.

En concreto, el auto indica que las cartas, tres cuartillas cuadriculadas escritas en árabe y traducidas al castellano por la Unidad Central de Información Exterior, constituyen un «testamento o cartas de despedida de Kounjaa, dirigidas a su esposa e hijos, «con referencias a la Yihad, el martirio por el camino de Dios, a los infieles, a los muyahidines, a la muerte, a Occidente, etc.».

En la primera de esas hojas se recoge un escrito dirigido a su mujer en el que Kounjaa le dice que ya no le hace falta «pensar en venir a España « y le pide que no se «apene» por él.

Además les solicita que «si honráis a vuestra hija y a sus hijos no las dejéis que emigre a los países infieles donde no se sabe la ubicación del bien».

Esta primera misiva finaliza con unas líneas dedicadas a sus hijos en los que además de animarles a convertirse en muyahidines, les dice que su padre «tenía moral», que «la religión ha venido con sangre y con (los cuerpos) troceados», al tiempo que les solicita que no hagan «de esta vida terrenal vuestra única preocupación ya que hay un más allá».

En la segunda de las cuartillas, Kounjaa asegura que no soporta «vivir en esta vida como una personas débil y humillada bajo la mirada de los infieles y tiranos» y pide a sus «hermanos» que «eduquéis bien a vuestros hijos y que les enseñéis la lectura del Corán y la Sunna del profeta con el deseo que se conviertan en sabios y muyahidínes».