Mientras el PP-Menorca reclamó ayer la inmediata dimisión de
Pere Riudavets como alcalde de Es Migjorn, tras haber sido
inhabilitado para desempeñar cargo público durante un año, la
dirección insular del PSOE decidió aplazar su pronunciamiento a
esta mañana.
La gravedad del asunto enjuiciado, que ha finalizado con una
contundente sentencia para el primer edil de Es Migjorn, donde
también se le condena a asumir el pago de las costas procesales,
incluidas las de la acusación particular, obliga a la ejecutiva del
PSOE-Menorca a medir sus palabras.
Tener un alcalde condenado -con una magistrada discrepante que
propone nada menos que siete años de inhabilitación- por haber
impedido el acceso de la oposición al registro municipal es una fea
cuestión que, tras el reproche judicial, exige al partido al que
pertenece, asumir y aplicar responsabilidades políticas. No son de
recibo excusas tan peregrinas como que «en ningún caso Pere
Riudavets pretendía limitar el trabajo de la oposición, sino
defender el derecho a la intimidad de los ciudadanos y ciudadanas
de Es Migjorn Gran». Palabras grandilocuentes que pretenden
justificar lo injustificable, porque la corporación municipal está
formada, en igualdad de derechos y deberes, por los concejales del
gobierno y de la oposición.
Deberán otros ayuntamientos de Menorca tomar buena de lo
ocurrido y evitar la aplicación de medidas similares, que son fruto
de la intolerancia y del deseo de evitar la sana y democrática
labor de control que le corresponde ejercer a la oposición. Pere
Riudavets se equivocó y ahora deberá rendir cuentas.
Presentar una cuestión de confianza constituye una salida hacia
adelante que ya anuncia el deseo de perpetuarse en el gobierno
municipal. Pero no es hora de cuestiones de confianza, sino de
asumir responsabilidades políticas.
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