Para el obispo emérito de San Sebastián, José María Setién, dentro de la expresión «dolor de ETA» hay que englobar tanto el dolor causado por la banda terrorista, con sus casi 40 años de asesinatos con un terrible saldo de más de 800 víctimas mortales, como el que, a su juicio, ha «padecido» ETA. Según afirma en su libro 'Un obispo vasco ante ETA', ambos dolores deben tener la respuesta «no discriminatoria ni selectiva» del «amor compasivo universal» de la Iglesia, que «debe llegar por igual a todos los que sufren».
En su obra, Setién señala que el causado por ETA es efecto de los asesinatos, los secuestros, las extorsiones o la falta de seguridad ciudadana; mientras que el «sufrido» por la organización terrorista es objeto de «los asesinatos del GAL, las condenas a penas a muerte, las torturas policiales, los encarcelamientos y las dispersiones padecidas por los presos de ETA y por las personas más o menos allegadas a ellos». Así, en la presentación de su libro, Setién aboga por, «en justicia», reparar tanto los daños causados por las injusticias infringidas por ETA «y también a ETA».
En 'Un obispo vasco ante ETA', el que fuera obispo de San Sebastián desde 1979 hasta 2000, también defiende que el origen de la banda no está ni en la Iglesia ni en el PNV. Así, recordó que el partido nacionalista expulsó de la formación «a cuantos pretendieron seguir los caminos de la violencia».
Además, afirma que ETA «era y sigue siendo un mal para el pueblo vasco, un mal incluso para las aspiraciones políticas de ese mismo pueblo, a las que ETA pretendería servir».
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