Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España.

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El Banco de España considera que las familias y las empresas verán debilitarse su patrimonio en los próximos meses a pesar de la bajada de los tipos de interés. Así consta en el Informe Anual correspondiente al ejercicio 2008 publicado ayer por el Banco de España, en el que destaca que, a pesar de que las entidades financieras españolas han sufrido menos que las de otros países de nuestro entorno, no son «inmunes» al deterioro de la economía real, por lo que su posición financiera se verá sometida a «presiones».

También las empresas no financieras tendrán dificultades, y el Banco de España hace referencia a las pesimistas previsiones de analistas sobre la evolución de los beneficios y la reducción de la tasa de crecimiento, «que se situaría a corto plazo en valores negativos».

El gobernador del Banco de España, Miguel Àngel Fernández Ordóñez, señaló respecto al sector bancario que la ayuda estatal «ha de condicionarse» a la reestructuración de un sector con «exceso de capacidad», de modo que se reduzca el coste para los contribuyentes y aumente la eficiencia.

Fernández Ordóñez advirtió, además, del riesgo de que el fuerte aumento del paro «adquiera gran persistencia», lo que podría retrasar la recuperación económica. En su discurso ante el Consejo de Gobierno del Banco de España, el gobernador sostuvo la probabilidad de que lo peor de la crisis «haya sido ya superado», lo que se reflejará en la segunda mitad del año.

No obstante, consideró que la trayectoria del empleo es «preocupante», ya que, a pesar de las recientes señales positivas ligadas a factores estacionales», la destrucción de puestos de trabajo puede prolongarse y la tasa de paro continuar ascendiendo. Fernández Ordóñez insistió en que el fuerte aumento del paro está siendo uno de los canales más potentes de propagación de los estímulos contractivos lo que muestra la persistencia de «debilidades» que es «preciso corregir». Así, advirtió de que si no se acometen las reformas necesarias existe el riesgo de que, incluso tras superar la fase más severa de la crisis, continúen lastrando las posibilidades de recuperación y se conviertan en una rémora para avanzar en la convergencia con Europa.