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El Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticó hoy que España crecerá un 0,6 por ciento en 2011 y un 1,5 por ciento en 2012, menos que lo adelantado en octubre y por debajo del 1,3 y el 2,5 por ciento, respectivamente, que prevé el Gobierno español.

El organismo, que divulgó hoy la versión actualizada de su informe semestral «Perspectivas Económicas Mundiales», había adelantado en octubre que España crecería un 0,7 por ciento este año, una décima más que lo señalado hoy.

El dato para el 2012 es tres décimas inferior al vaticinado hace tres meses.

En el 2010, el FMI calcula una contracción de la actividad económica española del 0,2 por ciento, frente a la contracción del 0,3 por ciento que prevén las proyecciones oficiales.

En la zona euro, el Producto Interior Bruto (PIB) repuntará un 1,5 por ciento este año, sin cambios frente a lo previsto en octubre, según el Fondo, que rebajó en una décima su pronóstico para el 2012, hasta el 1,7 por ciento.

El estudio actualizado insiste en que la recuperación global continúa, aunque es «desigual» y está marcada por un empuje mucho mayor en los países emergentes que en los desarrollados.

Optimismo

Pese a esa doble velocidad, el FMI se muestra más optimista que en octubre, al proyectar un crecimiento global para el 2011 del 4,5 por ciento, frente al 4,2 por ciento previsto hace tres meses.

Esa revisión al alza refleja, según el organismo, una actividad más robusta de lo esperado en el segundo semestre del 2010, así como nuevas iniciativas de estímulo en EEUU que se espera impulsen la actividad este año.

Pese a su cauto optimismo, el FMI alerta de que los riesgos que penden sobre la recuperación son «elevados».

Entre las medidas «más urgentes» para que la recuperación se consolide se apunta la necesidad de acciones «amplias y rápidas» para superar los problemas financieros y de deuda soberana en la zona euro.

El FMI advierte de la falta de un progreso real en los planes de consolidación fiscal a medio plazo en las principales economías desarrolladas, entre ellas EEUU y Japón, así como de la persistente debilidad del mercado inmobiliario estadounidense.

En el capítulo de riesgos figuran también los elevados precios de las materias primas y la posibilidad de un calentamiento en algunos mercados emergentes ante el desembarco masivo de flujos de capital.