La nueva matriz recibió el capital activo y pasivo de cada una de las entidades que participaron en esta 'fusión fría': Caja de Madrid, Bancaja, Caja de Ávila, Caja Segovia, Caixa Laietana, Caja Insular de Canarias y Caja Rioja. La propiedad de BFA quedó repartida del siguiente modo: un 52,06% para Caja Madrid, un 37,70% para Bancaja, un 2,45% para Caja Canarias, un 2,33% para Caja de Ávila, un 2,11% para Caixa Laietana, un 2,01% de Caja Segovia y un 1,34% de Caja Rioja.
Fusión fría
La forma de integración elegida en este caso fue el Sistema Institucional de Protección (SIP) también conocido como 'fusión fría'. Un mecanismo creado por el Banco de España para superar los conflictos en la formación de los consejos de administración de las nuevas entidades, con consejeros procedentes de autonomías, ayuntamientos o, en algunos casos, de la Iglesia.
El mecanismo permite poner en común los activos y el riesgo, creando un banco nuevo, que actúa como un 'holding', pero cada una de las cajas mantiene su propia entidad, sus propio consejo de administración y sus oficinas.
Desde su constitución, el Banco Financiero y de Ahorros solicitó una ayuda pública de 4.465 millones de euros, procedente del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), al que podía acudir con la condición de salir a Bolsa, lo que hizo el pasado 20 de julio.
La matriz, BFA, se quedó, en sus activos (es decir, bienes y derechos), con el suelo adjudicado, la financiación de suelos en situación dudosa y la liquidez necesaria para hacer frente a sus obligaciones de pago. También en los activos de BFA se quedaron las acciones de Bankia hasta que la entidad salió a Bolsa.
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