Señal de tráfico de limitación de velocidad de 120 Km/h, en la M-50 de Madrid. | Efe

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La proliferación de sanciones extravagantes de tráfico ha llevado incluso a la creación de páginas web en las que se informa a los ciudadanos de las conductas más singulares que pueden provocar una multa.

Entre ellas, por ejemplo, «poner adornos, dibujos o publicidad en la matrícula», algo penado con 80 euros y, en el caso de los peatones, atravesar la calzada muy despacio aunque sea por un paso de cebra, sin razón justificada, puede significar 80 euros de multa.

Entre las sanciones de tráfico más peculiares se sitúa la del gallego Javier Raposo, que el Viernes Santo de este 2014 giró más de 45 grados su cabeza, una infracción que él no recuerda y de la que no hay prueba gráfica, pero que le ha costado una multa de 100 euros, 50 con la bonificación.

Tales hechos sucedieron en Poio (Pontevedra), municipio donde una decena de conductores fueron sancionados el pasado 18 de abril por girar la cabeza hacia donde estaba instalado un radar móvil de la Policía Local, según han manifestado los agentes consultados.

Javier Raposo cuenta que no puede recordar exactamente los motivos que lo llevaron a cometer un giro cuya ilegalidad desconocía por completo. Y no se muestra nada conforme con la sanción, aunque reconoce que, si no la recurrió, fue por el coste económico y por «el tiempo».

«Debería hacerlo pero por mi trabajo no puedo. Además, presentar un contencioso sale muy caro. Por eso decidí pagar», se lamenta.

Este vecino de Vilagarcía se desplazó a Poio con la intención de pasar el día con su familia y asegura que es posible que girara la cabeza hacia la derecha para ver el espejo retrovisor «o para ver algo que estaba en un punto muerto».

Aunque desde la Policía Local de Poio han explicado que las multas se impusieron al detectar comportamientos peligrosos al volante, Raposo lo niega y califica de «injusta» la «reprimenda».

De hecho, asegura que la multa incluso llegó a plantearle la duda de si volver o no al municipio pontevedrés: «Volveremos a ir porque Combarro, que es a donde nos dirigimos ese día, es muy bonito, pero este tipo de cosas te quitan las ganas de salir de casa».

El suyo no es el único caso de multas extrañas impuestas por los cuerpos de tráfico.

Una trabajadora de un hotel de Santiago fue multada hace unos días con 80 euros porque se le cayó la «L» del cristal y en 2008 la conductora de un Mini Cooper fue sancionada por circular a 750 kilómetros por hora por el barrio vigués de Coia.

Uno de los casos más polémicos en España fue el de Tomás Valdivieso, un abogado canario que en 2003 fue multado por la Guardia Civil por rascarse la oreja.

El hombre se encontraba circulando por la A-6 de Madrid cuando dos agentes le dieron el alto y lo acusaron de ir hablando por el móvil, algo que él negó, pudiendo demostrar que la última llamada era del día anterior.

El resultado fue que le impusieron una sanción por sujetarse «la oreja con su mano derecha de forma permanente sujetando el volante con una mano». La multa fue retirada un año más tarde.