Una semana después de anunciar su abdicación, el Rey afronta los últimos días de su reinado inmerso en una intensa agenda institucional, que arrancó ayer como anfitrión del presidente de México, Enrique Peña Nieto, en una visita de Estado de gran calado por los vínculos de España con este país.
Acompañado de la Reina, don Juan Carlos dio la bienvenida a Peña Nieto y a su esposa, Angélica Rivero, en el Palacio de El Pardo, donde ambos residirán durante estos días. El acto incluyó todos los honores que el protocolo reserva para las visitas de Estado.
Los Reyes y sus invitados volvieron a verse a última hora de la mañana, después de que el mandatario mexicano participara en un seminario económico sobre inversiones en México, ya en el Palacio de la Zarzuela, para un almuerzo ofrecido en su honor.
Allí llegaron desde El Pardo en uno de los dos Rolls Royce que Patrimonio Nacional utiliza para el desplazamiento de autoridades del más alto rango, con don Juan Carlos, doña Sofía y los príncipes de Asturias esperándoles ante la escalinata del palacio para recibirles nada más bajarse del vehículo.
Don Juan Carlos, que firmará la ley de abdicación el 18 de junio, sigue dando muestras de buen humor, y así ayer bromeó con los periodistas que no paraban de fotografiarle, junto a la Reina y los Príncipes, mientras aguardaban a Peña Nieto.
«Se os acaba el carrete», les dijo, para después comentar, divertido: «Luego harán Photoshop».
El jefe del Estado y su heredero lucían en sus solapas la insignia de la Orden del Águila Azteca, la máxima condecoración que México concede a un extranjero.
Nada más entrar en el Palacio de la Zarzuela, el Rey impuso al presidente de México el Collar de la Orden de Isabel la Católica -la segunda distinción en importancia que concede el Gobierno español- y a la primera dama mexicana, la Gran Cruz de la misma orden.
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