El rey Felipe VI de España (arriba d.); el presidente de Ecuador, Rafael Correa (i) y el mandatario de México, Enrique Peña Nieto (abajo .d), participan en el inicio de los trabajos de la Vigésima Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en la ciudad mexicana de Veracruz. | Ulises Ruiz

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El Rey Felipe VI, en su estreno como jefe de Estado en una Cumbre Iberoamericana, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, lanzaron hoy un mensaje en favor de la unidad de la comunidad iberoamericana como el mejor camino para ocupar su lugar en el mundo, sin renunciar a su diversidad.

El jefe del Estado español tuvo el privilegio de intervenir en primer lugar en la sesión plenaria de la Cumbre de Veracruz, una ocasión que aprovechó para llamar al «pragmatismo» de los países de la región, a los que recordó que si están unidos tendrán «mucho que ofrecer al mundo».

En el auditorio del World Trade Center de Veracruz estaban quince de los veintidós jefes del Estado y de Gobierno convocados, ya que faltaron los de Bolivia, Nicaragua, Argentina, Brasil, Cuba, Venezuela y El Salvador.

Ante ese auditorio el Rey consideró «tarea de todos» mantener esta Comunidad «activa y pujante», sin olvidar constatar los beneficios de unas cumbres que serán sometidas a reforma a partir de la celebrada hoy y mañana en Veracruz.

También se pronunció sobre el valor de la unidad el presidente Mariano Rajoy, para quien esta comunidad ya tiene una «voz fuerte y relevante en el mundo».

«La identidad iberoamericana nos enriquece en la diversidad y en la unidad nos fortalece», dijo en un foro sobre comunicación previo al arranque de la cita.

Esta idea de la diversidad fue luego utilizada por Felipe VI en el plenario, donde habló de Iberoamérica como «un espacio multinacional diverso que, por su dimensión e idiosincrasia, constituye un mundo en sí mismo en el que conviven multitud de sensibilidades diferentes y distintas maneras de vivir».

El Rey recurrió varias veces al símil de la familia para hacer ver el calado de las relaciones de convivencia entre los países de la región, donde «no siempre coincidimos en los objetivos concretos y específicos», dijo; sin embargo, ello no le parece un impedimento.

«Con visión e inteligencia, y con realismo y pragmatismo, debemos sacar el mejor partido a nuestras afinidades», recalcó a los mandatarios, así como «trabajar juntos» en todos los ámbitos (político, económico, cultural, social, educativo y científico) «hasta donde sea posible».

En similares términos, en un acto cultural previo al inicio de la cumbre, Felipe VI había convocado a la Comunidad Iberoamericana a aprovechar su potencia cultural para mejorar un mundo que exige, advirtió, «aunar esfuerzos» y «dar respuestas colectivas a desafíos colectivos».

Los mandatarios asistentes al encuentro recibieron el compromiso de España con América Latina, tanto por boca del Rey como parte del presidente del Gobierno, quien aprovechó su intervención en el III Foro de la Comunicación para elogiar el liderazgo social de las empresas iberoamericanas de este sector.

En este foro Rajoy volvió a presumir de la evolución de la economía española, al advertir contra las «frivolidades y ocurrencias» en materia económica y asegurar que cualquier modificación de sus reformas sería «un grave error».

Ya en su primera intervención en la cumbre, Rajoy llamó a lograr un «compromiso firme y coordinado» en Iberoamérica entre los poderes públicos y el sector privado para impulsar la circulación del talento y del conocimiento.

Advirtió de que en los últimos años se está comprobando el alejamiento y la falta de coordinación entre las competencias que demandan los sectores productivos y la formación que proporcionan los diversos sistemas educativos.

«Si no adoptamos las medidas adecuadas en breve plazo, esta situación -ha avisado- puede provocar una crisis de talento en la próxima década con consecuencias en la recuperación y crecimiento de nuestras economías».

El Rey y Rajoy acudieron al plenario ataviados con la típica guayabera que en el Caribe se utiliza para ocasiones solemnes, al igual que la mayoría de asistentes, y ambos cumplieron con la tradición de almorzar con el presidente de México antes de la inauguración.

Juan Carlos I, padre del actual monarca español, inauguró esta costumbre en la primera cita de 1991, celebrada también en México, y su figura estuvo presente más allá de la comida con Enrique Peña Nieto.

Porque Felipe VI, en sus primeras palabras en la sesión plenaria, evocó cómo el anterior rey español impulsó «con todas sus fuerzas» la concertación iberoamericana, y se declaró honrado de recoger su testigo para ponerse también «al servicio de Iberoamérica».