«Hablar adecuadamente del suicidio ayuda a prevenirlo», aseveran estos expertos que recuerdan que el suicidio es la primera causa de muerte externa, con más de 3.500 fallecidos, es decir, el doble de las producidas por accidente de tráfico y sesenta veces más que las de mujeres víctimas de violencia de género.
Además, se muestran «sorprendidos» por la escasa repercusión mediática de los suicidios y la amplia cobertura que se dedica a las víctimas de los accidentes de tráfico o de violencia de género, así como por los «cuantiosos medios» que se destinan a la prevención y erradicación de estos últimos, mientras el suicidio «sigue siendo el gran olvidado».
Hace ya más de catorce años, desde 2002, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja que se dé visibilidad al suicidio con normalidad, recuerdan el Teléfono de la Esperanza en su estudio.
Y piden a los periodistas «alejarse de la leyenda urbana que tanto daño hace» y que dice que hablar del suicidio produce un efecto contagio, algo que ellos niegan de manera categórica.
Los expertos no entienden el retraso con el que se publican las estadísticas oficiales de suicidios, critican su falta de análisis y piden el mismo trato que se les da a las correspondientes a accidentes de tráfico y a violencia machista.
Porque, alertan, «la baja disponibilidad y calidad de los datos limita la posibilidad de establecer políticas adecuadas de prevención».
Y recuerdan que hay consenso entre los expertos en que la cifra de suicidios es mucho mayor de la que reflejan las estadísticas porque muchos de los casos contabilizados como muertes naturales o por accidente (precipitados, ahogados, accidentes de tráfico) son personas que han decidido quitarse la vida.
Pone como ejemplo que, frente a los dos intentos fallidos de suicidio registrados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en Segovia en 2015, uno de los profesionales sanitarios expertos en este tema José Antonio García contabilizó 130 casos.
«El suicidio es una de la formas de morir más trágicas y dolorosas», asegura esta ONG a la que avalan 45 años trabajando en este problema.
«El suicida muere solo y el grado de sufrimiento que tiene que soportar antes de terminar con su vida es difícilmente comprensible para quienes no han vivido esa experiencia», añade.
Un sufrimiento personal al que hay que añadir «las severas secuelas emocionales que provoca en su entorno socio-familiar» y que, en muchos casos, acompañan de por vida a los afectados.
La experiencia permite afirmar «con rotundidad» a este grupo de expertos que «la conducta suicida se puede prevenir».
Y para ello proponen, sobre todo, un Plan Nacional de Prevención del Suicidio que genere un marco para la creación de planes autonómicos y dotación presupuestaria para su puesta en marcha y ejecución.
También demandan la mejora de la Atención Primaria de salud para detectar personas en riesgo; incrementar la calidad de los servicios de Salud Mental «colapsados y con escasos recursos» e implementar campañas que aminoren el estigma social que acompaña al enfermedad mental.
Porque «sin duda el tabú y el ostracismo que rodea» al suicidio dificulta enormemente su prevención.
Es necesario, añaden, un Plan de formación para sanitarios, profesores, trabajadores sociales, personal de los servicios de emergencia y de seguridad, y para trabajadores en el ámbito de tercera edad, incorporando la prevención del suicidio a los planes curriculares.
Piden al INE que mejore sus estudios estadísticos sobre el suicidio y que los responsables sanitarios apoyen y escuchen a las organizaciones dedicadas a la prevención, así como a las constituidas por afectados y familias.
Y que los medios de comunicación ofrezcan información «veraz y preventiva», dando visibilidad al problema y a las estrategias preventivas así como un Plan de actuación en la Redes Sociales para la detección temprana de riesgo de los más jóvenes.
Por último, recuerdan que en 2016 recibieron 1.517 llamadas de temática suicida de las que en 32 casos el acto suicida estaba en curso, y que atendieron 11.321 llamadas preventivas en las que quienes llamaban estaban en riesgo de quitarse la vida.
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