Aspecto de las Ramblas desde la plaza Cataluña con un fuerte dispositivo de seguridad. Los ciudadanos que se han acercado esta mañana a Las Ramblas han empezado a dejar flores y velas encendidas en un punto de la calzada central, situado frente al Teatre del Liceu, sobre un cartel con el lema "Catalunya, lloc de pau" ("Cataluña, lugar de paz"). | QUIQUE GARC

TW
18

Los atentados de Barcelona y Cambrils han sido brutales. El impacto es mundial. Pero la declaración de la Alerta 5, la máxima ante un ataque terrorista, sigue en el aire. La causa es que este altísimo nivel de vigilancia y control implica desplegar el Ejército en Catalunya en pleno proceso soberanista y a las puertas del 11 de Septiembre, que antes de los atentados estaba llamada a ser la fecha clave previa al intento de referéndum del 1 de octubre. En Paris o en Bruselas los ciudadanos han sido protegidos por paracaidistas, infantes de marina o comandos armados hasta los dientes y escudados tras tanquetas y armamento pesado cuando ha sido necesario. Militares profesionales se han desplegado desde el barrio bruselés de Molenbech a la base de la torre Eiffel en París, entre otros lugares europeos. ¿Es asumible una solución semejante en Catalunya en estos momentos tan crispados?

Es una disyuntiva compleja. El catalanismo político, tradicionalmente pactista con Madrid desde hace décadas, ha protagonizado en los útlimos siete años un constante proceso de alejamiento y ruptura con el Gobierno central que coincide con la decisión del Tribunal Constitucional de echar abajo la reforma del Estatut de Catalunya, que fue pactado con la Moncloa de Zapatero y aprobado en referéndum. Mas luego, el PP de Rajoy arañó firmas en toda España para presentar recurso de inconstitucionalidad y hundir esta reforma, que en la práctica sellaba la paz entre la élite madrileña y los soberanistas catalanes durante ¡treinta años! Pero Rajoy lo echó todo por la borda.

La frase de Emilio Castelar volvió, una vez más, a ser profética: «Una constitución ha de ser un hecho vivo, adaptable a cada circunstancia, amoldable a cada necesidad concreta. Una constitución no puede ser la cornucopia de la cabeza de un ciervo disecada y colgada en una pared».

Los que confundieron Constitución con cornucopia son los que ahora no saben como salir del actual embrollo.

A Rajoy le ha funcionado la 'ideología' anticatalanista en otros muchos lugares de España, pero a cambio ha abierto un cisma con el Principado que no puede cicatrizar. Una de las consecuencias es que la presencia del Ejército en estos momentos podría ser contraproducente. Hacer anticatalanismo es tan fácil como arriesgado. Es dar alas al independentismo. Y ahora Catalunya se siente víctima. Otra vez víctima. Y el victimismo alimenta el autoorgullo. Los catalanes han hecho un gran esfuerzo para integrar a infinidad de inmigrantes que han llegado a su territorio. Centenares de miles de musulmanes se han adaptado a su estilo de vida. Forman parte de su autoestima como pueblo singular y abierto.

Ahora un grupo de fanáticos violentos , al parecer de origen marroquí, ha rasgado parte de sus esquemas. Pero se reharán y seguirán adelante. Lo han hecho siempre. A finales de 1938 Franco invadió Catalunya con los 80.000 hombres del Cuerpo de Ejercito Marroquí al frente, más los cerca de 10.000 de los Tiradores de Ifni y el Sahara. Acabaron con sus instituciones de autogobierno. Pero con el paso de las décadas los catalanes se recuperaron y ahora integran a los magrebíes.

De la misma manera, se repondrán del atentado de ayer. Lo han pasado mucho peor a lo largo de su historia. No lo dicen, pero íntimamente anhelan un nuevo pacto con Madrid que selle la concordia durante muchos años. Para ello, Rajoy debería dar un ejemplo de grandeza, de hombre de Estado. Debería meter en el armario del olvido su anticatalanismo primitivo, debería también meter en este armario la estéril cornucopia teorizada por Castelar y restituir a Catalunya, íntegro e intacto, su Estatut reformado. Es posible lograrlo a partir de un acuerdo de Moncloa con el Tribunal Constitucional 'entre poderes del Estado', para que el alto tribunal priorizase el espíritu por encima de la letra de la Carta Magna, cosa que no hizo, con notable cortedad de miras, el año 2010.

Sólo así sería posible la aplicación de la Alerta 5 en Catalunya con todas las consecuencias, con la presencia en las calles de las Fuerzas Armandas y el consiguiente apoyo popular. A la brava, Rajoy puede hacer lo que quiera. Pero la finura es buena consejera, sobre todo cuando estallan las lágrimas y el dolor.