Lo ha dicho en una entrevista de TV3 este viernes recogida por Europa Press después de que la CUP haya remitido una carta a Puigdemont en la que le pide la proclamación de la república catalana, en la misma línea que se expresó el jueves la ANC, que pidió la declaración de independencia ante la falta de diálogo por parte del Ejecutivo central.
Mas ha reconocido que la convocatoria de elecciones en Catalunya se planteó en algún momento como una opción posible y se ha mostrado convencido de que las elecciones vendrán y que la principal «batalla» del Govern es que sean de carácter constituyente, aunque ha apuntado que la violencia es un factor nuevo con el que nadie contaba.
Ha negado que haya planteado presentarse él a unas elecciones, aunque ha matizado que sí le gustaría ejercer un cargo de representación en el exterior en una eventual república catalana, lejos de las funciones ejecutivas.
«Si creemos que la independencia es simplemente proclamar la república es que no conocemos la realidad», ha sentenciado, y ha añadido que Catalunya se enfrenta a un hueso duro de roer y que cuesta mucho incidir en la opinión internacional.
Ha pedido que no se cuestione el compromiso de los líderes del proceso soberanista porque se están enfrentando a penas de cárcel, inhabilitaciones y multas, y ha considerado que los plazos «no son la mejor compañía porque ponen mucha exigencia».
3 comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
nofret@ Solo le falta decir que los que han ROBADO el 4% Son el banco de España,el Gobierno de España.... Y los que de verdad han robado en Cataluña aprovecharon la oportunidad.Patético...
Rosy, no oblidis que tota la corrupció institucionalitzada a Catalunya i a moltes altres Comunitats Autònomes de l'Estat Espanyol, ho era baix la atenta mirada consentida i permisiva del " Banco de España i Ministerio de Hacienda" les úniques entitats que poden fiscalitzar e impedir els enrriquiments il·licits i l'evassió de capitals cap a paradissos fiscals.
Convergència no fue un partido más en la Cataluña de Jordi Pujol. Fue el instrumento político sobre el que el nacionalismo hizo pivotar un sistema de corrupción institucionalizada que pasaba por el reparto de favores y el uso irregular del aparato de la Administración autonómica.