Los trabajos, en un cementerio cerrado hace 25 años y que fue demolido, se iniciaron el viernes pasado con la preparación de los terrenos bajo los que se encuentran la fosa común en la que, según los archivos, estarían enterrados estos bebés.
Las excavaciones permitirán pronto abrir los primeros féretros y comprobar si en ellos hay restos humanos y si, en caso de ser así y una vez que se les practique la prueba de ADN, se corresponden con los de los bebés que supuestamente fallecieron repentinamente y en extrañas circunstancias horas después de nacer en hospitales de la capital gaditana.
Las 44 familias que han pedido estas 46 exhumaciones han llegado hasta aquí tras muchos años de investigaciones, trámites y dificultades burocráticas, porque tienen indicios de que aquellos bebés no murieron, como les dijeron, sino que fueron robados a sus padres y entregados a otras familias.
«Es una emoción muy grande, un triunfo porque llevamos muchos años pidiendo estas exhumaciones», ha explicado Concepción Herrera, presidenta y fundadora de la Asociación SOS Bebés Robados de Cádiz, que busca a su hermana.
Si con estas exhumaciones se comprueba que sus sospechas eran erróneas, «pues descansaremos: nos han tenido cuarenta y pico años con un duelo sin cerrar, con muchas madres pasándolo muy mal», porque «las cosas se hicieron muy mal», indica. Y «continuará la búsqueda» para dar con su paradero.
A Concepción, Chari, de San Fernando (Cádiz), su padre le dijo cuando tenía 15 años que estuviera atenta por si veía a una chiquilla un año mayor que ella y que se le pareciera mucho.
Le contó entonces que el 10 de enero de 1975 su madre dio a luz en el hospital a una niña con una mancha color café en la pierna. Dos enfermeras cogían al bebé constantemente «porque les decían que era muy bonita».
Aquella madrugada avisaron a los padres de que la niña se había puesto «muy malita» y había muerto. Les enseñaron «un paquete cerrado de gasas y esparadrapo» y les dijeron que no lo podían abrir porque estaba «preparado para el entierro».
«Cuando seas mayor, búscala; te va a costar mucho dinero y trabajo, porque aquí debe haber gente importante metida», le dijo su padre.
Años después, en el 2009, cuando Chari Herrera tuvo a su primer hija y pensó «en todo lo que su madre habría sufrido», decidió empezar a investigar. Descubrió así que los registros y la documentación estaban plagada de «mentiras» y huecos.
Denunció los hechos en el juzgado, pero su caso, como el de muchos otros, se archivó por prescripción. Pero ella no se rindió y ahora, junto a otras 43 familias, ha logrado que se autoricen las exhumaciones. «Mi padre murió el año pasado sin llegar a saber la verdad», se lamenta Chari.
La asociación ha decidido que las excavaciones se enfoquen primero en buscar los féretros de los casos que aún no habrían prescrito, como el de Jesús Alcina.
«Siento un choque de sensaciones», cuenta. Su madre dio a luz en 1983. Esperaba una niña «grande», porque había sobrepasado los nueve meses de gestación. Le practicaron una cesárea y, cuando se despertó de la anestesia, le dijeron que había parido a un niño con malformaciones y que había fallecido.
Muchos años después, su hermana, antes de quedarse embarazada, quiso consultar con un médico el origen de aquellas malformaciones y «se destapó todo el tema», una serie de indicios que les hacen pensar que aquel bebé no murió.
«Esperamos que en unos días sepamos qué hay en ese féretro», dice Alcina. Será una de las 46 exhumaciones (hay dos familias que buscan dos bebés) que se realizarán en unos trabajos que tienen previsto durar un año, según la Asociación SOS Bebés Robados, la cual asegura que es de las mayores exhumaciones que se realizan en una misma campaña en toda España.
Para el presidente delegado de Memoria Democrática del Ayuntamiento de Cádiz, Martín Vila, con estos trabajos se da respuesta «a una demanda sensata» de un colectivo que reclama «verdad, justicia y reparación».
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