El «no saber que cometía un delito» se justifica cada vez más porque los niños tienen móviles a edades cada vez más tempranas. | Pixabay

TW
12

Un adolescente de 15 años, tras conocer a una chica por las redes sociales, ella de 13, le pide fotos eróticas e incluso llega a amenazarla con publicarlas si no le envía más. Unos actos por los que se enfrenta al internamiento en un centro durante años por agresión sexual y coacción.

El menor, en el juicio, llora y sostiene que no sabía que aquello era un delito.

Este desconocimiento de los acosadores adolescentes frente al ciberbullyng supone un nuevo problema para los psicólogos que tratan de prevenir estos casos y de intervenir lo antes posible con el fin de evitar o tratar las importantes secuelas que presentan las víctimas agredidas tras el suceso.

Según el psicólogo forense de los juzgados de menores de Madrid José Ángel Gómez, los agresores no son plenamente conscientes de la gravedad de sus acciones: «Te encuentras que luego se ponen a llorar cuando a posteriori ven los mensajes que mandaron y se preguntan: ¿cómo pude hacer esto?».

El «no saber que cometía un delito» se justifica cada vez más porque los niños tienen móviles a edades cada vez más tempranas. «Un arma silenciosa», según lo califica el agente de Policía Municipal de Alcobendas (Madrid) David Vera.

«Se les dan herramientas potentes a chicos que no tienen la capacidad de ver el daño que pueden hacer con ellas. Pero detrás de todo esto hay alguien que está sufriendo», añade Vera, que es coordinador de los agentes tutores en el Ayuntamiento de Alcobendas.

Un agente tutor es un policía municipal que trabaja exclusivamente con menores.

Parte de su labor consiste en intervenir en casos de ciberacoso lo antes posible y encontrar una solución antes de que el suceso llegue al juzgado.

Hace unos años, la mayor demanda en esta materia empezaba con chicos y chicas de unos 14 años. Ahora cada vez se pide antes: «Parece que en las comuniones (a los 9 años) el regalo estrella es el móvil y por eso cada vez tenemos más demanda antes para trabajar en la prevención».

El ciberbullyng en el ámbito judicial de menores ha sido uno de los temas estrella que se ha abordado en la IV Convención de la Asociación de Psicólogos Forenses de la Administración de Justicia celebrada en Madrid, que ha acogido durante dos días a más de cien profesionales.

En este encuentro, se ha tratado el importante aumento de los delitos de acoso en las redes por parte de menores y se ha incidido en que la clave para erradicarlos es la prevención y la educación.

A pesar de que hay varios tipos de acoso entre menores a través de las redes, todos tienen en común que el objetivo es quebrantar la integridad moral de la persona, tiene un carácter repetido y trasciende el ámbito escolar. Todos constituyen un delito.

Lo indica la magistrada titular del juzgado de menores número 1 de Madrid Concepción Rodríguez, quien recuerda que el agresor se enfrenta a medidas cautelares por su conducta, de las que la más frecuente es la libertad vigilada.
Rodríguez subraya que los padres deben controlar a sus hijos para evitar el ciberbullyng. Si bien, la ley dice que los mayores de 14 años no necesitan la supervisión de los padres en su derecho a la intimidad, algo que le parece «gravísimo».

Porque, explica, «los padres, que tienen la obligación de vigilar la seguridad de los hijos, difícilmente lo podrán hacer».

Por su parte, la psicóloga forense de los juzgados de menores de Madrid Susana Esteban, detalla que los tres tipos más frecuentes de ciberbullyng son el «Arrasement», amenazar a la víctima de forma constante en redes sociales; el «Porno por venganza», coaccionar con fotos o vídeos de contenido sexual; y el «Stalking», una vigilancia constante y obsesiva del agresor hacia la víctima.

«Todo vale con el fin de humillar a la víctima», apunta, al tiempo que apuesta por un sistema probado en Finlandia basando en trabajar con los «observadores», es decir, con los menores o personas que son testigos silenciosos del acoso, puesto que son ellos «los que extinguen o refuerzan la conducta» del agresor.