La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría (i), y la secretaria general del PP y ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, durante el acto conmemorativo de la Fiesta del 2 de Mayo, celebrado en la Real Casa de Correos de Madrid. | Efe

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El Partido Popular quiso pasar página y olvidarse de Cristina Cifuentes este 2 de mayo, festividad de la Comunidad de Madrid, en la que la expresidenta reapareció en las redes sociales por primera vez desde su dimisión. En los actos institucionales, sin embargo, otra imagen centró los comentarios de muchos: la división de las dos grandes damas del partido, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal.

Según narran los presentes, la vicepresidenta del Gobierno y la ministra de Defensa no se dirigieron una sola palabra durante los actos oficiales de conmemoración, y eso que estuvieron sentadas muy cerca la una de la otra.

Son tiempos difíciles para los populares de la capital, y todos los pronósticos apuntan a una debacle en las urnas, a favor de Ciudadanos.

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Sin un referente fijo y estable, y con la sombra de la corrupción planeando sobre las cabezas de sus cargos relevantes durante demasiado tiempo, ni Sáenz de Santamaría ni Cospedal asumieron la responsabilidad de echarse el equipo a la espalda y poner buena cara ante la tempestad, cuando todo se tambalea y el fin está cerca.

Tuvieron que ser los vicesecretarios Pablo Casado y Javier Maroto los encargados de «dar la cara aunque nos la partan» y, como se dice vulgarmente apechugar, recordando en sus pronunciamientos la necesidad de tener «alguien a quién mirar». Alguien digno, se supone.

Por otra parte alguien que, visto lo visto, no será ni la número dos de Rajoy ni tampoco la expresidenta manchega, muy ocupadas en sus luchas intestinas por el poder en la cúpula nacional de la calle Génova.