Donde el 23 de noviembre de 1975 hubo honores, canciones y miles de personas, 44 años después ha reinado la soledad de la familia del dictador Francisco Franco.
Rumbo al cementerio de Mingorrubio, sus restos han abandonado en helicóptero el Valle de los Caídos, un monumento en el que están enterrados decenas de millares de españoles, republicanos represaliados y afines al régimen, y que hasta ahora ha sido destino de peregrinaje para los seguidores del franquismo.
Si entonces, tres días después de la muerte del dictador, cien mil personas entre simpatizantes y excombatientes dieron la bienvenida a Franco a Cuelgamuros en este jueves frío de otoño no había nadie en la explanada.
Únicamente las autoridades, la familia, veintidós nietos y bisnietos con sus cónyuges, y los profesionales de TVE y la Agencia Efe, que han enviado señal de video y fotografías, han atravesado esta gran superficie de mármol.
En el exterior apenas una decena de personas con pancartas contra el presidente en funciones, Pedro Sánchez, asegurando que «el Valle no se toca y Franco tampoco».
Y dos centenares de periodistas que, entre máxima expectación, se daban cita desde las 6.30 horas llegados en cinco autobuses desde La Moncloa.
Ante la soledad de este momento histórico, la simbología ha corrido a cargo de la familia, que ha portado una corona con la bandera de España, lazos en la solapa de sus trajes y en el caso de Francis Franco Martínez-Bordiú una bandera preconstitucional doblada bajo el brazo.
Tras cargar a hombros el féretro: vivas al dictador y a España, las mismas que han lanzado los simpatizantes al paso de la familia, mientras que al Ejecutivo les han tachado de «profanadores» y «cobardes».
Es el único incidente de una jornada histórica que en el Valle ha sido gris, apenas interrumpida por el sonido de los helicópteros y donde el paisaje más habitual han sido los corrillos de periodistas viendo por sus móviles la retransmisión en directo.
En el Valle se ha cumplido a la perfección el guion diseñado al milímetro por la Secretaria de Estado de Comunicación desde la primera hora con cielo cubierto de nubes hasta el sol y el calor cuando la exhumación ya se había llevado a cabo.
Los gritos aislados apenas han conseguido romper el silencio que ha imperado hasta la salida de las autoridades, el helicóptero y la familia.
El frío, amortiguado por café y bollos cortesía del Gobierno, ha copado las conversaciones hasta que ha salido el sol de mediodía, protagonizando las charlas.
La exhumación ha traspasado las fronteras de nuestro país con la acreditación de 58 medios internacionales aunque en el Valle de los Caídos había especialistas provenientes de países como Alemania, Francia o Rusia.
Muestra de ello es Elisse Drabone de la Agencia Veo de Francia quien resalta que es un «día histórico» para España pero expresa su «sorpresa» por la división que existe entre los ciudadanos a favor y en contra de la medida. «En Francia no entendemos esa división», añade.
Y, finalizada la exhumación, los monjes han expresado a Efe su «consternación» por lo que consideran la «profanación de un templo». «Todo está sucio y movido» y esa situación les «rompe el corazón», dicen.
Desde este momento, los benedictinos están al frente de una basílica cuyo futuro es una incógnita y donde el Gobierno quiere acometer un lugar de memoria «para los dos bandos» de la Guerra Civil.
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