Puede que el virus tenga su propio olor. | Pixabay

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Imaginen que los pacientes con COVID-19 exhalaran un olor característico que solo un perro con el sentido del olfato muy desarrollado pudiera detectar e imaginen que fuéramos capaces de articular una especie de nariz electrónica, tan potente como la de un perro, capaz de detectar ese olor.

Pasar de la imaginación a la realidad es lo que se han propuesto los responsables del grupo 'Chemical and Environmental Engineering Group' de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid, cuyo proyecto ha sido uno de los finalistas del hackathon virtual (encuentro de programadores y emprendedores) 'Vence al virus', impulsado por la Comunidad de Madrid.

«La idea no es tan descabellada, ya que algunos estudios preliminares han demostrado que algunos perros han sido capaces de detectar algún tipo de olor distintivo, aunque otra cosa es que finalmente se pueda llevar a cabo», señala a Efe el catedrático de Ingeniería Química Rafael García, uno de los impulsores de la idea.

García explica que, en una primera fase, lo que hay que responderse es «a qué huele el virus», algo que sería factible analizando lo que los químicos denominan «compuestos orgánico-volátiles», unas sustancias que encontraríamos en el aire exhalado, en la saliva o las mucosas de los enfermos con COVID-19.

«El aliento que exhalamos contiene miles de compuestos orgánicos volátiles, y si fuéramos capaces de encontrar diferencias en esos compuestos entre personas sanas y personas contagiadas, podríamos establecer unos biomarcadores de la infección vírica, que permitiría un diagnóstico rápido de la enfermedad», asegura.

De hecho, se trata de una técnica que este catedrático de Química y su equipo ya han probado en alguna otra ocasión, en otras enfermedades como el cáncer de laringe, ya que en 2014 hicieron un estudio preliminar sobre varios pacientes que detectó una serie de marcadores potenciales.

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«Una vez que encontráramos esos biomarcadores, si es que realmente existen diferencias concluyentes, habría que diseñar un prototipo, algo similar a un alcoholímetro, que fuera capaz de reconocerlos», añade García, algo para lo cual entraría en acción el equipo de ingenieros industriales que también participa en la idea.

Este sistema olfativo electrónico, basado en sensores capaces de detectar dichos biomarcadores, funcionaría a modo de un test de alcoholemia: «se colocaría una boquilla desechable en el aparato, donde el paciente soplaría y en unos minutos tendríamos un diagnostico rápido de la COVID-19».

Además, el dispositivo de 'nariz electrónica' dispondría de un tamaño adecuado para ser usado en los centros de salud y plantea una alternativa de coste reducido -unos 100 euros el aparato- para poder realizar un rápido diagnóstico que acelere y reduzca el coste de los tratamientos sanitarios de la pandemia.

«No podemos saber ahora mismo, a ciencia cierta, si el estudio de los compuestos orgánico-volátiles daría unos biomarcadores concluyentes o si este prototipo sería alcanzable, pero tenemos la sospecha de que puede ser así», confía García, que cuenta también con la colaboración del Hospital Fundación de Alcorcón.

El catedrático calcula que, para llevar a cabo el proyecto, serían necesarios unos 50.000 euros, ya que la universidad aportaría las instalaciones y los laboratorios, y el equipo de investigadores ya está configurado en torno a otros proyectos que dejarían aparcados para dedicarse a éste.

«El problema es que no hay financiación. Nos hemos movido, pero la Comunidad de Madrid no dispone ahora de fondos y únicamente nos ha puesto en contacto con algunos posibles inversores privados, pero está complicadísimo», lamenta García, quien no pierde la esperanza porque asegura que «la idea tiene potencialidad».