El Rey Felipe y el Rey emérito Juan Carlos I durante un acto institucional. | Efe

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Días antes de que Franco muriera, el Príncipe Juan Carlos envió a su amigo personal Manuel Prado y Colón de Carvajal a Washington para reunirse con el entonces secretario de Estado, Henry Kissinger, para discutir sus planes para España una vez asumiera las riendas del país y buscar su asesoramiento y apoyo.

Entre esos planes figuraba la celebración de un referéndum sobre la monarquía, con el fin de consolidar su posición como heredero del Franquismo a ojos de la ciudadanía. Así se desprende de una serie de documentos de la época que ha desclasificado el Departamento de Estado.

Prado se reunió dos días consecutivos con Kissinger, el 4 y 5 de noviembre, para contarle que Franco se estaba muriendo y que por ello Don Juan Carlos había aceptado asumir la jefatura del Estado en funciones, si bien «no puede tomar decisiones por sí mismo», explicó al secretario de Estado.

El emisario deja claro en su conversación, según la transcripción de la misma, que el entonces Príncipe quiere el consejo tanto de Kissinger, a quien «valora mucho», como del presidente francés, Valéry Giscard D'Estaing, algo que al secretario de Estado le parece razonable, teniendo en cuenta que el mandatario galo es «extremadamente inteligente».
Según cuenta Prado, Giscard considera que la mayoría de la oposición dará al nuevo monarca un plazo de seis meses para organizarse pero luego podrían producirse manifestaciones multitudinarias en las calles.

Por ello, el presidente francés se muestra partidario de «mantener un estrecho contacto con el Ejército» y es de la opinión de que la mejor manera para consolidar el poder del rey es «convocar un referéndum sobre si España debería seguir siendo gobernada por un rey», explica el emisario, que reconoce que existe el riesgo de que fracase.

REFERÉNDUM EN LOS PRIMEROS MESES
Pero, añade, «Giscard siente que si se celebra en los tres primeros meses, será la mejor oportunidad para que la población dé su pleno apoyo al Rey». Don Juan Carlos quiere saber qué le parece este plan a Kissinger, que le dice a Prado que necesita analizarlo más detenidamente.

Al día siguiente le señala que en su opinión, si el referéndum se celebra en un mes, «el príncipe probablemente podría ganar». «Sería una ventaja que el Rey recibiera legitimidad formal», subraya el secretario de Estado, según el memorando de dicho encuentro. «Si lo hacéis bien, podría tener también la ventaja de que pareciera el inicio de un proceso democrático», incide Kissinger.
Prado expone igualmente al jefe de la diplomacia estadounidense la particular tesitura en la que se encuentra el futuro monarca. «Tiene que gestionar la situación con mucho cuidado por la continuada presencia de gente fuerte de Franco», explica.

SOLO ABRIRA UN POCO LAS PUERTAS Y SIN EL PCE
Por ello, adelanta que una vez sea Rey «hablará un poco sobre democracia pero solo abrirá un poco las puertas». «No estará a favor y no aceptará la legalización del Partido Comunista», asegura Prado, aclarando que quiere incorporar a la «opinión política» a su primer gobierno, «pero no quiere avanzar demasiado hacia la izquierda».
Además, indica que Don Juan Carlos parece tener claro que quiere relevar a Carlos Arias Navarro del cargo de presidente del Gobierno ya que considera que «cambia de opinión cada media hora y está controlado por los ministros del Interior y de Prensa» y no cree que le vaya a ser «leal».

Según Prado, ya entonces el Príncipe tenía varios nombres en mente como reemplazo de Arias Navarro, el primero de ellos el conde de Motrico, José María de Areilza. También estaban entre sus opciones Manuel Fraga Iribarne, entonces embajador en Londres, pero pensaba que «actúa mucho según sus sentimientos».

«El Príncipe necesita a alguien que sea frío y leal», reconoce Prado, que también menciona a Kissinger otros nombres como Laureano López Rodo, en cuya contra jugaba ser miembro del Opus Dei; Gregorio López Bravo, que como el anterior había sido ministro de Exteriores pero tenía ciertos problemas financieros; o José María López de Letona, ministro de Industria.

Por otra parte, ambos interlocutores discuten sobre el calendario previsto una vez se produzca la muerte de Franco tanto para su funeral como para la coronación de Juan Carlos. A este respecto, Kissinger promete a Prado que Estados Unidos enviará «la representación más alta posible», llegando a barajarse la posibilidad de que incluso pudiera asistir el presidente, Gerald Ford, a la entronización, ya que tenía prevista una gira por Europa en las semanas siguientes.

APOYO DE EEUU
«Quiero que le asegure al Príncipe que haremos todo lo que podamos para fortalecerle», promete Kissinger, que asegura tener «la más alta consideración personal» por Don Juan Carlos quien, añade, «representa la única garantía institucional de que habrá estabilidad y progreso».

Esa parece ser la gran preocupación del jefe de la diplomacia estadounidense, como deja claro en los dos encuentros con Prado, a quien asegura que está «abierto» a valorar opciones para demostrar dicho respaldo. «La situación española es muy importante y no podemos permitirnos errores», asegura en un momento dado.

Además, Kissinger reconoce que su gran preocupación es que el Príncipe se haya dejado seducir demasiado por los «liberales». «Sé que debe dar algunos pasos para liberalizar el régimen para tener buenas relaciones con Europa, pero no puede abrir la situación hasta el punto de que todas esas fuerzas broten», defiende.

Así, el secretario de Estado reconoce que «el peor error» que Estados Unidos cometió en los años 1960 fue «cuando animamos a una apertura a la izquierda» en Italia lo que provocó que a la larga los cristiano-demócratas se vieran perjudicados. «Puedo garantizarle que no habrá ninguna presión por nuestra parte para que llegue a acuerdos con los comunistas, incluso con los socialistas», recalca Kissinger.

El secretario de Estado vuelve a insistir en este mensaje en su segundo encuentro con Prado. Tras advertir de que seguramente los europeos van a querer que el nuevo Rey lleve a España «hacia la plena democracia y probablemente lo más a la izquierda que pueda», Kissinger sostiene que esto «sería un desastre» si bien admite que el mensaje que le ha trasladado Prado le deja más tranquilo de que Don Juan Carlos no irá por ese camino.

VASCOS Y CATALANES
Por otra parte, Prado también habla del problema vasco y el catalán. Según cuenta a Kissinger, «dicen que están al cien por cien con él, con tres condiciones». La primera de ellas, que puedan recuperar sus derechos históricos simbólicos. «El príncipe cree que eso puede hacerse», precisa.

La segunda, que los líderes nacionalistas vascos encarcelados, no los terroristas, sean amnistiados por el Rey. «El Príncipe siente que esto es posible, pero tendrá que tener cuidado», señala Prado. Y en tercer lugar, que los etarras encarcelados sean juzgados por tribunales civiles y no militares. «El Príncipe ha accedido a pensárselo», señala Prado, que adelanta que Don Juan Carlos «planea hacer una visita sorpresa» al País Vasco «en señal de que entiende su problema».

En lo que se refiere a los catalanes, Prado asegura que le preocupan menos. «Los que quieren la independencia son un pequeño grupo» mientras que «los 'liberales' han prometido el pleno apoyo al Príncipe». «Puede que haya un problema en el futuro pero por ahora le dieron su apoyo», acota.