El Gobierno ha disimulado poco en las últimas semanas. Se muestran optimistas ante el trámite parlamentario de los presupuestos para 2022, a pesar de que la aprobación de las cuentas constituye una prueba de resistencia en toda regla para el ejecutivo de coalición. Si algo ha planeado sobre este Gobierno ha sido la sospecha por sentarse en una misma mesa y hacer política con Bildu, para algunos herederos del Batasuna de los tiempos oscuros en los que ETA mataba. En este contexto cobra relevancia una cuestión, ¿cómo de necesario es para Pedro Sánchez el apoyo de Bildu para que su proyecto de presupuestos salga adelante?
Efectivamente, tanto desde el PP como por parte de Vox y Ciudadanos se han expresado en distintos momentos de la legislatura duras reprimendas al Gobierno por aceptar los votos de Bildu en todo tipo de iniciativas parlamentarias. La formación encabezada por Arnaldo Otegi resulta de la suma de distintas sensibilidades. Algunas como Sortu han mostrado más tibieza con la condena a la violencia terrorista; otros, como Aralar o Eusko Alkartasuna, siempre se han definido contrarios a la violencia de cualquier tipo.
Por ejemplo el diputado Oskar Matute cuenta con un contrastado pasado de lucha pacifista. No obstante, para algunas opiniones Bildu será siempre sinónimo de izquierda abertzale, lo mismo que el brazo político de ETA, como el Sinn Féin lo fue del IRA en Irlanda.
Si hablamos de la actual aritmética parlamentaria española, la aprobación de los presupuestos se lleva a cabo por parte de las Cortes Generales y es necesaria a tal efecto una mayoría de 176 escaños (podría ser uno menos en tercera votación). El Gobierno suma 155 votos directos, 120 del PSOE y 35 de Unidas Podemos. A estos podemos añadir los apoyos de sus aliados nacionalistas más receptivos, 13 de Esquerra y 6 del PNV: 174 en total.
De conseguir el apoyo de más de un partido del grupo mixto, como Más País, Compromís, los partidos canarios o los regionalistas cántabros y turolenses, por ejemplo, bastaría al Gobierno para alcanzar su objetivo. Sánchez obtendría todo el impulso necesario en el Congreso sin contar con Bildu ni con el partido de Carles Puigdemont, crítico y reacio a la mesa de diálogo como instrumento para avanzar en la solución del conflicto en Cataluña.
Según estas cuentas el Gobierno podría públicamente rechazar los votos de Bildu, pero no lo hace. Al contrario, el ministro de la Presidencia Félix Bolaños se ha reunido con sus representantes, del mismo modo que lo ha hecho con el resto de partidos políticos del arco parlamentario. Bolaños, de quien algún medio en la Meseta ha dicho que es «el hombre de confianza de Sánchez para desatascar negociaciones», se ha visto con los diputados de Bildu sobre este punto en particular, como unos diputados más. La pregunta es clara: Por qué.
Fuentes parlamentarias destacan que el compromiso de Bildu es de amplio recorrido, una tarea de trabajo diario durante toda la legislatura. Hay quien valora que no estén en Madrid hablando todo el tiempo de reagrupamiento de presos vascos o transferencias a la autonomía vasca. Dicen de ellos que están allí para hacer política, para avanzar en su propia agenda social a través de medidas generales, como por ejemplo su apoyo más reciente a la ley de eutanasia o a la norma de cambio climático.
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