La frontera de Melilla con Marruecos reabre tras 795 días: «Llevo dos años sin ver a mi hijo»
Imagen de la frontera del lado marroquí del Tarajal, que desde esta madrugada ha quedado reabierta para que decenas de marroquíes puedan acceder a su país desde Ceuta tras dos años cerrada como consecuencia de la pandemia de coronavirus. | Efe - MARIA TRASPADERNE
Decenas de marroquíes estrenaron esta madrugada la reapertura del paso del Tarajal para acceder a su país desde Ceuta tras dos años «encerrados» en la ciudad española del norte de África, con la ilusión de poder ver por fin a sus padres e hijos o llorar a los familiares fallecidos. Pasados pocos minutos de la medianoche hora española, los primeros viandantes cruzaron la frontera por la parte marroquí, un paso que luce nuevas cabinas, sistemas captación de huellas dactilares y cámaras en el chequeo de los pasaportes. Todos eran marroquíes, algunos con doble nacionalidad, que llevaban dos años sin poder cruzarlo y no podían esconder la alegría ante la idea de volver a ver a los suyos. Los que accedían a Marruecos andando tenían que pasar primero un control sanitario donde se les pedía el certificado de vacunación o una PCR, tras lo que entraban a la sala del control de pasaportes.
Entre uno y otro estaba Adil con su niña Nermi. Trabaja en Ceuta en un hotel. «Salimos con mucha ilusión de ver a la familia, a mi padre, a mi madre, llevo dos años sin verlos por el trabajo. Estoy nervioso», afirmaba a Efe, porque este tiempo, confesaba, «ha sido muy duro». «Lo pasamos mal porque fallecieron familiares y no podíamos ir», decía junto a Nermi, que sabe bien lo que quiere de su abuela cuando la vea en Castillejos: «Un abrazo». Y Biral, fotógrafo, que estaba «un poco nervioso» tras pasar el control sanitario. En Castillejos están «sus padres, sus amigos, sus familiares» y este tiempo en Ceuta, decía, ha sido «un poco estresante». Hamsa recordaba cómo de pequeño pasaba por el Tarajal subido en el carrito empujado por su madre. Es organizador de eventos en Ceuta y de Marruecos echaba de menos «su olor, su gente, su ambiente, su comida, las calles... todo. Es salir y es otro mundo».
En la cola de los pasaportes, Dunia no paraba de llorar mirando el móvil, inmersa en una videollamada. Estaba hablando con su hijo, a quien no había podido ver en dos años. «Tiene miedo de que no la reconozca», decía su marido. «No lo llevé conmigo porque, cuando cerraron, él estaba en Marruecos y yo en Ceuta», aclaraba ella. La alegría de los marroquíes entrando por fin en su tierra tras dos años sin poder pisarla (salvo los que podían permitirse un avión) contrastaba con los coches que salían de Marruecos rumbo a Ceuta, pocos y con matrículas europeas ya que solo pueden acceder residentes europeos o con visado Schengen.
En uno de ellos viajaba Vicky, profesora del instituto español Nuestra Señora del Pilar de Tetuán. «He vivido toda la pandemia en Marruecos», decía, y ahora que abren la frontera aprovechaba con una amiga para hacer una visita a Ceuta. «Vamos y volvemos esta misma noche porque mañana trabajo, es ir, visitarlo un poco y volver, solo por el placer de verlo otra vez». Delante de su coche, una autocaravana con matrícula alemana transportaba a Chris, Vanessa y sus cuatro hijos. Llevan desde enero viajando con ella por Europa y decidieron pasar unas semanas por Marruecos. Estrenaron así los ferris a Tánger y ahora estrenan el Tarajal. «Por coincidencia volvemos ahora a Europa tras tres semanas en Marruecos. Nos gusta la experiencia de pasar hoy», decía él, sorprendido por tanta cámara.
La reapertura de las fronteras terrestres entre las ciudades españolas de Ceuta y Melilla y Marruecos se produjo tras dos y años y dos meses cerradas por la pandemia y coincidiendo con la crisis diplomática bilateral, ya superada. Pero se trata de una apertura gradual, tal y como anunció el Gobierno español, de manera que en un primero momento solo podrán acceder a las ciudades españolas los residentes de la Unión Europea o las personas que tengan un visado Schengen.
En una segunda fase, el 31 de mayo se unirán a estas categorías los trabajadores marroquíes transfronterizos que aún tengan un contrato vigente con un empleador español y que la Delegación de Gobierno de Ceuta cifra en 300 personas. Sin embargo, antes del cierre había en Ceuta más de 2.000 marroquíes contratados legalmente por españoles para oficios como empleadas del hogar, jardineros u obreros de la construcción, que por ahora no podrán acceder a Ceuta si no consiguen poner en regla sus contratos. Queda en el aire qué pasará con las cientos de miles de personas residentes en las regiones de Tetuán, cercana a Ceuta, y Nador, junto a Melilla, que antes gozaban de una exención de visados y podían acceder durante el día a las ciudades españolas.
Miles de ellos cruzaban diariamente a Ceuta y Melilla para trabajar cobrando en dinero negro o para realizar contrabando, un comercio ilícito que ya fue suspendido de facto por Marruecos antes del cierre en 2020. La intención de Marruecos y España es poner fin a esa actividad ilegal, que dejaba imágenes de largas filas de mujeres cargadas con enormes fardos a las espaldas llevando mercancía al país magrebí. La reapertura del paso del Tarajal coincide con el aniversario de la entrada de 12.000 migrantes en Ceuta por esa misma frontera los días 17 y 18 de mayo de 2021 ante la pasividad de las autoridades marroquíes. Fue el punto álgido de la crisis diplomática entre España y Marruecos, que empezó con la acogida en España en abril de 2021 del líder del Polisario, Brahim Gali, y acabó el pasado marzo con el cambio de postura español en el Sahara Occidental apoyando la iniciativa de autonomía marroquí.
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