La periodista Marta Maroto en la azotea de su piso en Beirut.

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Pocas horas antes de hablar por teléfono con Marta Maroto (Madrid, 1995) varios aviones de guerra israelís sobrevolaron el cielo de Beirut rompiendo la barrera del sonido para provocar un terrorífico estruendo parecido al de una explosión. La periodista lleva casi un año estudiando un máster en la capital libanesa y cubriendo como corresponsal freelance la escalada bélica que podría acabar en una guerra en Oriente Medio que todos los países decían querer evitar. Charlamos de esto y mucho más el pasado lunes, 5 de agosto, poco después de que los asesinatos de dos líderes de Hamás y Hezbolá por parte de Israel intensificaran la crisis que atraviesa esta región del mundo.

¿Cómo está siendo vivir en Beirut en estos momentos?
En las últimas semanas, la presencia de aviones israelís está siendo habitual, pese a ser una violación de la soberanía libanesa que busca aterrorizar a la población civil. Esta vez me asusté más porque era la primera vez que la ventana del piso temblaba. Tras 10 meses viviendo aquí te das cuenta de cómo el ser humano se adapta. En Madrid, de donde soy, todo esto nos queda muy lejos. Son situaciones para las que no estamos acostumbrados, pero más de medio mundo vive en contextos similares. Líbano es una población resiliente, como ellos mismos dicen, porque han vivido muchas crisis políticas, financieras, sanitarias, como la COVID, y la constante presencia de Israel. La gente, pese a todo, sigue haciendo su vida, e incluso va de fiesta. Los libaneses expatriados, porque la mayoría de su población está fuera del país, están volviendo a pesar de todo. Parece surreal. Ahora estamos en el pico más tenso de la guerra, pero aquí hacemos vida normal. Aguantan esto y lo que sea.

¿Qué testimonio que ejemplifique esta resiliencia te viene a la mente?
Recuerdo que hace unos meses entrevistaba por teléfono a un agricultor del sur del Líbano que, por su forma de hablar, me pareció socialista. Le pregunté sobre el hecho de que mientras el sur es bombardeado por el ejército israelí, en Beirut hacen una vida normal. Esperando que criticara una falta de empatía de los beirutíes, me respondió todo lo contrario, que le parecía genial porque era un elemento de resistencia contra Israel por no tener miedo a hacer su vida.

Antes de asentarte en Líbano rodaste por medio mundo para contar el rescate de migrantes en el Mediterráneo, la crisis en los campos de refugiados en Grecia y Francia y el estallido social que hubo en Chile. ¿Cómo acabas informando sobre Oriente Medio desde esa ciudad?
Desde que empecé a hacer periodismo me interesaban las migraciones, los movimientos de población. Mi foco ha estado centrado en la zona mediterránea y quería vivir en un país no Occidental, por lo que me planteé el norte de África o la zona de Oriente Medio. Líbano es un país que desde fuera se ve como más europeizado, algo intermedio entre las monarquías árabes del golfo y Europa. Como primera toma de contacto lo vi como una buena opción. Pero además de esta historia formal, hay otra personal. Con 16 años leí Mujer en guerra, de Maruja Torres, que fue corresponsal aquí, y me marcó mucho. Después de ser periodista, me faltaba venir al Líbano, y como había escrito sobre migraciones, vine a hacer un máster en derechos humanos y derecho internacional. «Tu máster está siendo la guerra», me dijo mi madre en noviembre, cuando le dije que no podía con todo, con los estudios y todo el trabajo que me salió al inicio de la guerra en Gaza. La casualidad es que el subtítulo del libro de Maruja es ‘Más másteres da la vida' (ríe).

Aun así, sigues compaginando ambas cosas.
Sí, y estoy con el trabajo de final de máster, que no tiene nada ver con lo que estoy haciendo ahora. Como antes de venirme al Líbano había escrito sobre Doñana, pedí hacer algo sobre gestión de aguas en Egipto. Lo del trabajo como corresponsal es por amor al arte, y ha sido una locura. Empecé con directos en televisión y radio, algo que nunca había hecho y me pareció complicado porque siempre he tenido corazón de escritora y fotógrafa. Pese a todo, me gusta mucho aprender nuevos formatos periodísticos porque tiene ritmos diferentes. En los picos de trabajo me levantaba antes de las 7 y me acostaba tardísimo viendo las noticias sobre Gaza.

Publicas vídeo-noticias y sales en televisión y en prensa escrita ¿Tienes pensado probar con otros formatos periodísticos en Instagram o TikTok?
La información está y se tiene que buscar, pero la gente, y sobre todo la más joven, lee menos, y lo audiovisual atrae más. Es así. A través de los vídeos que publico en CTXT he pensado hacer algo en un formato TikTok. Lo de tener más presencia en diversos medios no me ha dado curro, de momento. Estoy abierta a probar otras fórmulas porque me encanta contar cosas.

Te cae un misil y no puedes hacer nada

¿Has tenido algún susto durante tus coberturas en Líbano?
He estado en situaciones en las que debes de tener cuidado, en favelas o en estallidos sociales en América Latina, pero es un peligro distinto al de aquí, que es más imprevisible. La aleatoriedad es lo que más me sorprendió cuando he podido ir al sur del país, que está en conflicto, y a donde he podido ir durante una tregua y luego empotrada con un equipo de Naciones Unidas. En esa zona asesinaron al periodista libanés Issam Abdallah durante la primera semana de guerra. Fue un shock porque por mucho que lleven un chaleco de prensa y tengas un medio que te respalde, te cae un misil y no puedes hacer nada. Da igual la ley internacional, no se respetan los derechos humanos más básicos. Su muerte se está investigando porque Amnistía Internacional o Human Rights Watch tienen bastante claro que Israel lo mató premeditadamente.

Los grandes medios hace años que se cargaron las corresponsalías tras la crisis de 2008 y recortaron su información internacional, sumado ello a una precariedad generalizada en el sector. ¿Cómo ves el oficio?
Una de las razones por las cuales decidí hacer el máster es porque quería llegar al Líbano para ir haciendo contactos. Quería plantearme, de cara a un futuro no muy lejano, la posibilidad de enfocarme a otro sector. Mi inquietud está en lo internacional, en temas de derechos humanos. Y todo esto lo estoy aprendido allá donde voy. No me he hecho periodista para hacerme rica, pero a largo plazo puede que busque algo más estable relacionado con el tema humanitario o académico. Sin embargo, al estallar la guerra, empecé a informar sobre un país que llevaba muchos años fuera del foco informativo. No existe la figura del corresponsal y tengo que trabajar para tres medios todos los meses. Han ido regresando agencias y periodistas al país por el conflicto y he podido ver la diferencia abismal que hay entre los medios españoles y los de habla inglesa. Tanto por sueldos como por la seguridad y los recursos que ofrecen a sus profesionales. No me puedo mover con la misma soltura que ellos, por ejemplo. Al ser freelance nadie espera gastos extras o la burocracia que implica renovar los permisos de residencia y de trabajo, lo cual es agotador. En Beirut, de hecho, del grupo de periodistas españoles, la mayoría son freelance.

Incluso hoy puedes vivir sin enterarte de que hay un genocidio

Tengo la sensación de que la información internacional, especialmente la relacionada con Oriente Medio, interesa poco en España. ¿Cómo crees que se está tratando el conflicto que cubres?
Siento que no sigo de forma exhaustiva lo que os llega y no tengo una opinión formada. Sigo más la información que se publica desde el terreno en inglés o árabe, porque me es muy útil. Al margen de esto, la población española desde siempre, y sobre todo ahora, está demostrando una decencia sobre el conflicto que no están teniendo otros países. Que se haya reflejado en política institucional también habla algo del sentir de la mayoría en el país. Compañeros palestinos refugiados me han llegado a dar las gracias por el hecho de que España haya estado liderando la crítica de lo que está ocurriendo aquí. Lo paradójico es que incluso hoy puedes vivir sin enterarte de que hay un genocidio.

El legendario periodista británico Robert Fisk defendía en el documental This is not a movie que siempre daba más peso en sus informaciones a los que sufren, a la víctimas. Tus publicaciones también reflejan esa complicidad. ¿Cómo afrontas emocionalmente contar estas historias?
Es mi principal obsesión. Hago esto porque creo que los medios son una plataforma para dar voz a esas personas. Este genocidio que está ocurriendo en Gaza, afecta a periodistas y ciudadanos por la cantidad de imágenes violentas que vemos en redes sociales. He tenido que dejar de seguir cuentas porque mentalmente no puedo asimilarlo. Es pronto, pero de alguna manera ver todo eso nos afecta a todo porque es un genocidio retransmitido en directo por los propios supervivientes y las víctimas. Como Marta, por suerte o desgracia, me involucro mucho en las historias. Aun así, ahora me afectaría más no tener un trabajo que no me permitiera escuchar tanto y explicar esas situaciones vitales. Escuchar es el mayor aprendizaje de cubrir un tema. Que compartan su historia es un acto de generosidad enorme. A veces no tienes espacio suficiente para contarlo o la situación de la persona puede verse condicionada. Me toca mucho. Es una responsabilidad que se abran a ti y que a través de tu mirada puedas darles voz.

Netanyahu quiere que la guerra sea más larga y pueda sortear la posibilidad ser condenado

«Con sus propios tribunales pendientes de juzgarle y un gobierno inestable, cuyo apoyo languidece en las calles, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, arrastra a EEUU a un mayor conflicto regional que sirve a sus intereses», escribías para CTXT. ¿Tan grande es la influencia israelí como para que Washington permita una escalada mayor?
Están saliendo muchas informaciones de medios israelís que apuntan hacia el hartazgo y la desconfianza que empieza a haber por parte de EEUU con el gobierno de Netanyahu. No soy especialista en los vínculos de poder que hay entre ambos países, pero además de caérsele la careta a Occidente, se ha dinamitado la ley internacional sobre derechos humanos. La Unión Europea y EEUU, que se consideran fundadores del derecho internacional en este sentido, están haciendo todo lo contrario. Se suministran armas mientras hay voces en la Casa Blanca que hablan de proteger a la población palestina, cuando ya hay casi 40.000 personas asesinadas en la franja. La ley internacional en derechos humanos ya no es válida. Todo es más incierto y el mundo es mucho más inseguro, no hay nada a lo que acogerse. La sensación es de pérdida de un referente. El consenso internacional al que se llegó con mucho diálogo para controlar lo que se puede hacer, o no, ya no existe.

«La política de los Estados gira en torno al interés nacional, no a la ética ni a los derechos humanos», escribió el periodista de guerra Alberto Arce. EEUU es una pieza clave de lo que pasa en Oriente Medio; ¿cómo están influyendo las próximas elecciones estadounidenses y qué puede pasar si gana Donald Trump?
Lo que ocurre está directamente relacionado con las elecciones de noviembre. No es fortuito que después de una semana de haber sido ovacionado en EEUU, Netanyahu llegue a Tel Aviv y se produzcan dos asesinatos tan importantes contra Hamás y Hezbolá. A la casa Blanca se le agota el tiempo y Biden quiere cerrar su ciclo con un cambio de dirección en la guerra de Gaza. Los tiempos de la Casa Blanca son contrarios a los de Netanyahu. Se les acaba el tiempo y pueden perder las elecciones, mientras el presidente israelí quiere lo contrario, que la guerra sea más larga y pueda sortear la posibilidad ser condenado.