Los primeros en salir a escena en la Plaça Major fueron los Balladors de Lluc y lo hicieron con una lluvia intermitente y un público más bien escaso que se acercó con paraguas al comienzo de la noche.

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Calles, plazas y jardines se llenaron de música para honrar al patrón de la Vila en este Sant Sebastià 2020, ese occitano que según la leyenda se debatía entre su condición militar y su fe religiosa. A primera hora, la algarabía se propagaba por diferentes espacios de la geografía urbana, siempre bajo un cielo enfurruñado y llorón que redujo a la mínima expresión la asistencia.

Unos chavales hacen botellón, junto a ellos un cuarentón apura su botifarró, y frente a él un grupo de espectadores en edad provecta improvisa un ball de bot ante la atónita mirada de unos turistas. Es Palma, ciudad mestiza y ordenada donde las haya. De esto último se encarga el Ajuntament, que vela por que cada escenario tenga su propia tipología de público. Aunque luego la cosa va como va. En Joan Carles I se citan los treintañeros con pinta de leer a Hemingway, mientras en la Plaça de la Reina manda la diversidad misma de una ciudad que, en fiestas, es como un corazón que bombea música. Es Revetla y la gente toma las calles de este pueblo grande para dejarse acunar por sonidos de aquí y de allá. Son fiestas, y a veces basta emborracharse con música.

En Plaça de la Reina, la cantante de Las Migas se mueve como una deidad de la noche bajo su mata de cabello, que parece un símbolo de su poder. Mezclan flamenco con músicas del mundo en un sonido muy carnal. Convencen. En la Plaça de l'Olivar, el combo catalano-sudamericano Super Cumbia y la Liga de la Alegría despliega una amplia gama de sonidos derivados de la tradición musical del Cono Sur, consiguen que el público local se sienta turista. Sentirse desplazado en tu propia casa puede ser excitante, es la cara amable de la globalización.

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Interpreta Chuchito Valdés sus canciones, lentas y pausadas como la marea. Su música se organiza en torno a la calma, que de tanto en cuando se impone dejando suspendida la melodía. Delicioso. Es la confirmación del talento de este curtido pianista, cubanísimo de vasto linaje. Su plaza, Cort, presentaba un aspecto dantesco. Como el resto. La ausencia de público fue la tónica dominante durante toda la noche.

En Plaça de l'Olivar, Ugné Danielé Reikalalaité, de Balkumbia, se balancea como un bosque de posidonias, su propuesta ha abducido a un grupo de rastafaris con la mirada perdida por obra y gracia de un cigarrillo ‘aliñado' que salta de mano en mano. Tras la cancelación de varias plazas (Joan Carles I, Espanya y Sa Feixina) el desencanto podía palparse en el ambiente. La fiesta exhalaba su último suspiro, a la espera de que el próximo año cambiemos Sant Sebastià por San Isidro, el santo que espanta la lluvia y trae el buen tiempo. Ese sí que mola.

El domingo ya se ha convertido en lunes y en la calle una pareja se arrulla ignorando la lluvia, sus ojos brillan como las luces de una fiesta que se apaga.

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