José María Ros, portavoz de la gestora de la asociación. | Pere Bota

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Tras décadas liderando el movimiento vecinal, Xabier Abraham ha dejado su cargo como presidente de la Asociación de Vecinos de El Terreno. Ha cedido el testigo a una gestora hasta que se puedan reunir de nuevo para votar una nueva presidencia. El portavoz de esta gestora provisional es Juan Ros, arquitecto y urbanista, que analiza los retos que tiene por delante el barrio.

¿En qué situación se encuentra la asociación?

—Se ha acabado la legislatura de cuatro años y Xabier Abraham ha dejado el cargo de esta asociación, que es muy reivindicativa. Hace 30 años que no se hace nada. Dicen que lo único que nos quedaba por hacer por El Terreno era llorar. Y la verdad es que por ella ha hecho más la pandemia que cualquier gobierno.

¿Por qué?

—La pandemia ha solucionado el problema del ocio nocturno. Es nuestra principal queja que no es urbanística. En una barriada de 6.000 habitantes, nos hemos encontrado con un 50 por ciento de locales cerrados y el otro 50 por ciento destinados al ocio nocturno. Aunque no lo parezca, el Passeig Marítim también forma parte de la barriada.

Además del ocio nocturno, en jaque por imperativo del virus, ¿cuáles son los principales problemas de la barriada?

—Durante años se abandonaron muchas propiedades. Tenemos problemas de accesibilidad en la barriada por el ancho de las aceras o los accesos por escaleras, que hacen el barrio inviable para personas con movilidad reducida. También sufrimos la falta de aparcamiento y cables colgando. Antes de la pandemia había muchos locales de ocio nocturno sin licencia en funcionamiento. Además, tenemos un problema con el tránsito rodado. El 80 por ciento del barrio está atravesado por tránsito rodado, desde Gomila hasta Portopí. Tenemos un gran desnivel y estamos atravesados por una autopista.

En la zona ahora mismo hay una fuerte inversión privada pero también hay proyectos públicos.

—Llevan años hablando del Pla Litoral de Ponent. Ahora mismo la inversión más visible es la del grupo Camper en Gomila. Es un lugar con potencial, desde el Passeig Marítim hasta Bellver. Carecemos de zonas deportivas y el parque de la Cuarentena por fin será accesible por las escaleras. Estamos intentando que los inversores privados se sumen a nuestra causa.

También habrá inversiones como la piscina de s’Aigo Dolça.

—Estamos contentos pero no conformes porque solo hay dos o tres grandes actuaciones públicas. La piscina será un aparcamiento encubierto con un bar. En cuanto a la conectividad, hay siete entradas escaleras proyectadas y van a realizar la más cara. Es una escalera mecánica solo de subida.

Por otro lado, el proyecto del Passeig Marítim reducirá su tráfico. ¿Cómo afectará a la barriada?

—Habrá un aparcamiento disuasorio cuando se lleve a cabo la actuación del Passeig Marítim pero densificará el tráfico en Joan Miró. No se han preocupado por esta cuestión y sería fácil de regular si hubiera más semáforos.

En los próximos años se vivirán grandes cambios en la zona.

—Hemos tenido más de cien reuniones con el Ajuntament por diferentes puntos y hay buena predisposición. Me imagino que las inversiones públicas se acelerarán un poco más ahora. Algunos vecinos se quejan de la esquina de su calle pero la solución para esta barriada es que se arreglasen varios temas a la vez. Eso sí, hay predisposición del Ajuntament pero no actuación.

¿Temen que la inversión privada gentrifique el barrio?

—Bienvenida sea la inversión privada. Espero que los inversores se apunten a la mejora del barrio. Hay pequeñas cosas que con arreglarlas mejorarían mucho la barriada.