MariaPizà y Francisco, ante el portal que sufre las molestias. | Pilar Pellicer

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Son una pequeña isla desastrada en una zona que ha ido mejorando en los últimos años, donde aún queda el último reducto del barrio chino. Frente a ellos, a escasos cien metros, brilla la renovada plaza Raimundo Clar, con una interesante oferta gastronómica y hoteles boutique. Esa la visión idílica que tienen los vecinos del portal número 11, que en su misma acera están viviendo un infierno.   

Jeringuillas abandonadas, basura fuera de los cuatro contenedores que tienen delante de su portal, borrachos desde primera hora de la mañana y «en este mismo portal aparcan los kunda», los taxis de la droga que llevan a los clientes a Son Banya.

Los vecinos dicen que ya no pueden más y algunos con niños pequeños ya se están planteando la mudanza porque «no podemos criar a nuestros hijos en este ambiente». Cuentan que «nos dejan restos de comida y bebida en la calle, hacen sus necesidades en los contenedores delante de nuestra casa, por la noche gritan y nos llaman a los portales con amenazas mientras venden droga». El buzón de la finca está destrozado y duermen en la calle, junto al portal.

Un hombre duerme en el portal del edificio.

Maria Pizà es propietaria del local que desde hace un año está tapado por los contenedores, antes colocados en la otra esquina de la plaza. «Encima que quedan pocos locales abiertos en Palma, con estos contenedores terminan de espantar a los clientes», afirma.

Alcohol

Junto a ella está Francisco, propietario de la tienda de muebles que está en los bajos de este sufrido edificio. «Cada día tenemos a gente bebiendo alcohol, dejan la acera sucia y se pelean entre ellos». Es el principal afectado por la mudanza de los contenedores, que se suman a los camiones que descargan mercancía, los autobuses que giran hacia las Avingudes y los coches que salen del aparcamiento subterráneo. El embotellamiento en la Porta de Sant Antoni está servido a todas horas.

Advierten que la situación ha ido a peor desde que acabó el confinamiento y piden más limpieza y presencia de efectivos policiales. Aunque se han reunido con varios regidores, «no nos hacen ni caso». Piden auxilio a voces pero dicen que sus gritos caen en saco roto.

La basura y los restos de envases de alcohol rodean a esta finca.