Mariano Valent, Mateu Bordoy, Aina Noguera, Rosa Cara, Pere Sampol, parte del nuevo equipo del Mónaco. | Pere Bota

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El local donde está ubicado el bar Mónaco, en la calle Nuredduna, tiene una historia tan rica, que haría falta un libro para poder narrarla. Cuesta creerlo, pero este bar en el que se sirven llonguets 'que quitan el sentido' y variats especialidad de la casa, fue originalmente un cabaret a finales del siglo XIX que regentaba una mujer francesa, blanco de los rumores de la sociedad palmesana de la época.
En 1929, el empresario Miquel Bosch le alquiló el local abriendo ya como Café Mónaco, y fue propiedad de la familia durante más de ocho décadas.

Durante el siglo XX fue escenario de timbas de póquer multitudinarias y de otras, más petit comité, en las que la clase palmesana más pudiente llegó a perder ingentes sumas de dinero. Sin olvidar que en sus dependencias se hacía habitualmente contrabando de tabaco y alcohol y, durante unos años, el local contaba también con una barbería que se comunicaba con la cafetería, pero dejó de estar activa en el año 2000.

En 2013, el nieto del propietario original se jubiló y el Mónaco pasó a manos de Isabel García, hasta entonces camarera del bar, que se centró en ofrecer cafés, meriendas y menú del día. El cliente objetivo, trabajadores de la zona. Pero llegó la pandemia e Isabel decidió echar el cierre antes de tiempo. La crisis le había golpeado fuerte.

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El local de ha convertido en un punto de encuentro para los vecinos de Pere Garau.

Tras un necesario lavado de cara, Aina Noguera se ha hecho con este local, con techos altos y suelos de damero y un ambiente clásico parisino, junto a un equipo curtido en locales tan conocidos como el Gibson o el bar del Casal Solleric. «Llevo años enamorada de este local, y cuando he visto la ocasión, he decidido apostar por un negocio de día; hacer comida casera mallorquina y abrir hasta medianoche. Le hemos dado una vuelta de tuerca al concepto del Mónaco», explica Noguera, al tiempo que se muestra entusiasmada con el recibimiento. «Da la sensación de que llenamos un hueco que no sabíamos ni que existía. Nos estamos convirtiendo en un punto de encuentro de la barriada».