Los panes se vendieron a un euro en paquetes de dos unidades. Cuenta la tradición que si se guarda uno de ellos, durante un año nunca falta este alimento en el hogar. | Jaume Morey

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La iglesia de los Caputxins de Palma abrió sus puertas ayer durante todo el día con motivo de la festividad de Sant Antoni de Pàdua, para acoger la visita de numerosos fieles ya que allí tiene su devoción.

Nacido en Lisboa en 1195, Sant Antoni de Pàdua es el patrón de los pobres. Doctor de la Iglesia, con grandes dotes de predicador, ayuda a encontrar objetos perdidos; es buen aliado de los solteros, que le piden encontrar pareja;    también es patrón de los celíacos y se le atribuye ser un santo que obraba muchos milagros. Como es costumbre, a la entrada de la iglesia se pusieron ayer a la venta velas, estampas y panes bendecidos, siguiendo la tradición del Pa de Sant Antoni, tan vinculada al santo de los pobres.

El padre superior, Gil Parés, destacó que «hemos puesto a la venta 1.800 panes, que se han bendecido a las siete de la mañana, dispuestos en bolsitas de dos unidades, que vendemos a un euro más la voluntad, que en muchos casos se hace patente. Al poder encender velas, a un euro la unidad, los devotos las adquirieron y colocaron en la capilla del santo». El superior capuchino informó que «diariamente acuden al Pa de Sant Antoni entre 170 y 220 personas. Al acostumbrado bocadillo, le sumamos un botellín de agua, un pastelillo y algunos complementos alimenticios según los donativos recibidos. Estos nos vienen de donaciones de particulares y comercios del entorno, debido a que los mallorquines son muy sensibles con el Pa de Sant Antoni».

Los perfiles que se atienden, añadió, «van desde un pequeño grupo de indigentes a gente mayor con pensiones mínimas y luego gente variopinta. Nuestra enfermería    también ha atendido a un buen número de personas necesitadas el primer y tercer jueves de cada mes, a quienes damos medicamentos. En el caso de que no dispongamos de alguno, los vamos a comprar a la farmacia».

Por la tarde se celebró misa solemne, a la que asistieron numerosos fieles, que también adquirieron los panes. Cuenta la tradición que «si se guarda uno de ellos, durante un año nunca falta el pan en el hogar». El padre Gil Parés y sus colaboradores atendieron durante toda la jornada a los fieles que se acercaron a la iglesia.