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En apariencia es un sintecho. Desde hace once días duerme bajo una pérgola de Ses Voltes y llama la atención de los vecinos y turistas. Lleva los zapatos desparejados, así como los calcetines, y luce una barba kilométrica. Y este ‘sintecho’ hace trizas las primeras impresiones con solo cuatro frases. «Yo en mi país soy conocido». El nuevo vecino de Ses Voltes es en realidad Alex Kikvidze, un músico georgiano que lleva unos días en Mallorca haciendo la temporada como músico callejero. Duerme al raso y advierte que le ha resultado imposible pagarse una habitación y mucho menos un piso. Conseguirlo en temporada alta para trabajar en verano es un sueño inalcanzable.

«Mallorca es el lugar más caro que he visto, mucho más que Madrid, Barcelona o Berlín, donde he vivido muchos años», explica. Su novia, Stella Koch, vive entre Barcelona y Berlín y acude a verle a Palma cada vez que puede. «Es músico como yo y traductora, trabaja para una productora de cine», explica el músico, que cuenta que vive en la Ciudad Condal y tiene un repertorio amplísimo que va desde Radiohead a AC/DC.

A primera hora de la mañana, cuando la ciudad se despierta y aún está silenciosa, Kikvidze recoge su cama, cuyo perímetro se hace con barreras de obra y tapa con cartones. Así, en la mejor ubicación posible, duerme al raso. «Yo cuido este lugar. Lo limpio de los restos del botellón que dejan los jóvenes y echo agua para limpiar la orina», advierte el músico. Lo cierto es que el rincón luce impecable, de los más limpios de la ciudad.

Artesanos

En una esquina de Ses Voltes, donde se encuentra la pérgola, Kikvidze se resguarda del sol y de la lluvia y guarda su guitarra eléctrica y su amplificador. La presencia de una fuente pública le permite lavarse. «Para ir al baño voy al parking subterráneo», explica. Para abastecerse de comida, desayuna en una cadena de hamburgueserías y hay supermercados en las inmediaciones. Advierte que «me gusta hacer feliz a la gente con mi música» y exhibe un carácter tranquilo y afable.

Todo esto lo cuenta justo antes de que llegue la bandada de cruceristas que inundan el centro. Entonces él recoge los pocos enseres de su casa y se va a buscar su rincón, a veces debajo de la Seu, otras veces, en el estanque de s’Hort del Rei. En el mercado artesano Alex Kivikdze cuenta con un montón de amigos. «Es buena gente», dice Gregorio Vizcaíno, un artesano de la piel que clama contra el cambio industrial de la Isla. Pero esa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión.