Imagen del dispositivo de limpieza de Emaya en la plaza de las Columnas. | Pere Bota

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La plaza de las Columnas era este martes un hervidero a primera hora de la mañana. Hasta cinco vehículos de Emaya estaban en plena operación de acicalado de Pere Garau, dentro del plan ‘Palma a punt'. A las nueve los operarios procedían a la limpieza de la plaza, ante la mirada de un grupo de parroquianos que en lugar de café están bebiendo directamente de una litrona de cerveza. Ya hay varias latas vacías y tapones de botellas en el suelo, pese al trabajo de una docena de operarios en la plaza.

«Habla con el menos indicado. Yo no dejo nada por ahí tirado. Duermo en la calle, recojo todo lo que hay. Son otros muchachos», afirma uno de los asiduos de esta plaza, que recoge las chapas y latas tiradas por el suelo y las deposita en la papelera. Otro de los que permanece en el banco bien temprano es Juan, un boliviano que advierte que «yo no bebo. Trabajo en la construcción y cuando no me sale empleo, nos venimos aquí. ¿Qué vamos a hacer? ¿Encerrarnos en casa?».

Una de las medidas estrella de los primeros 100 días del alcalde Jaime Martínez es la limpieza y el lunes comenzó el despliegue de 200 operarios, 50 de centenar solo de Emaya, en Pere Garau. El resto eran trabajadores de Infraestructures, Mobilitat, Seguretat i Civisme y Sanitat, que trabajan en el barrio también por las tardes.

«Siempre hay jaleo en la plaza. Por la mañana cuando llegamos ya hay borrachos pero por la tarde se junta más gente aún. Lo dejan todo sucio», se quejan María del Mar y Valentina, empleadas del establecimiento de comidas preparadas Can Xisco.

Por el barrio aparece a las nueve y media el regidor de Medi Ambient y presidente de Emaya, Llorenç Bauzà, que supervisa el vaivén de las máquinas barredoras y la limpieza de agua a presión de aceras y mobiliario urbano. «He pasado por aquí esta mañana a las seis y media», advierte. Infraestructures pasará luego para ir arreglando los desperfectos en el mobiliario público, en aceras y alcorques, que requieren más tiempo.

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El edil afirma que el objetivo es «por lo menos, salir del ranking de las ciudades más sucias. Hay calles por las que Emaya ha estado años sin pasar. La culpa ha sido de la dirección, no de los empleados». Los parroquianos se mudan de bancos y ahora entran en la glorieta, contemplando la actividad frenética de los operarios municipales. Ahora solo es cuestión de civismo.