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El delirio inmobiliario ya está instalado en Palma. El precio se ha disparado de tal manera que ya se alquilan camas a 300 euros en habitaciones compartidas o, para sacarle aún más rendimiento al maná de los pisos, se elimina el salón para convertirlo en un dormitorio que también pueda alquilarse. Con este panorama, ya es posible encontrar habitaciones que se alquilan a 1.000 e incluso 1.900 euros el mes: a precio de lujo asiático.

«Lo único que nos falta para parecernos a Eivissa son las camas calientes», afirma con pesar José Miguel Artieda, presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Palma (APIs) de Balears. Aún no se han visto el alquiler por horas de camas, pero todavía es posible hacerse con un catre las 24 horas: «Se alquila habitación compartida para hombre limpio, serio y respetuoso. 300 euros al mes más 50 euros de gastos». En la imagen, dos camas individuales juntas. «Llegaremos a Eivissa, ellos son la antesala de lo que pasa aquí», advierte Artieda. Y las camas allí ya se cotizan a 800 euros.

Mileurista

La ola ibicenca en materia inmobiliaria se acerca cada vez más. Lo que hasta hace un par de años era un escándalo, ahora se ha normalizado. No es raro ver en Palma habitaciones que se alquilan por 1.000 euros (lo que hace diez años era el precio de un enorme piso) pero hay anuncios que ya se encaraman a los 1.900 euros el dormitorio en la Avinguda Joan Miró. En Idealista ya es habitual encontrar dormitorios mileuristas con todo tipo de comodidades y en buenas localizaciones. En algunos anuncios se especifica que solo se alquilará por temporada, que es cuando viene el grueso de los trabajadores del sector turístico.

En otro de los anuncios se reclama se especifica no solo el sexo del futuro inquilino, sino el oficio del candidato: «Estamos buscando tripulantes de cabina». En el anuncio del salón reconvertido en habitación por obra y arte de una simple cortina, el anunciante se atreve a sugerir que es una oferta ideal para «persona que trabaja interna y solo libra los fines de semana. Entonces se le haría una rebaja». En esta escalada infinita, los estudios ya se cotizan a 2.000 euros y un piso de 80 metros cuadrados con vistas al mar en Sant Agustí, a 5.000 euros el mes. Una auténtica fortuna.

Es más, visto el boyante negocio de alquilar habitaciones, hay arquitectos advierten que y se les encargan reformas en las que se elimina el salón para ganar un dormitorio extra con el que obtener más ingresos. «Es una práctica habitual. Se incrementan los ingresos porque hay más habitaciones y se evitan problemas de convivencia en las zonas comunes. Se está juntando gente inconexa y así se evitan fiestas y reuniones», advierte Artieda.

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El realquiler de habitaciones es algo habitual y de hecho, se ha convertido «en una forma de vida. Hay auténticos profesionales que se lanzan a por pisos grandes. Nos quitan pisos a las agencias para comercializar, y luego ellos se dedican a alquilarlos troceados», explica Artieda.

Natalia Bueno, vicepresidenta de los APIs, coincide en el diagnóstico de Artieda. «El subarriendo es un medio de vida. Ya sea con permiso del propietario o sin él. Hay algunos propietarios que ofrecen a los agentes inmobiliarios la posibilidad de comercializar sus pisos por habitaciones, pero se niegan. Hay que meter gente de la misma edad y estar pendientes de la convivencia». Otro asunto es «si este tipo de alquileres de habitaciones están en regla fiscalmente hablando». Esta nueva tipología de negocio hace que se encarezcan los precios de una vivienda completa pero es que los subarrendadores «están arramplando con todo y están dejando sin oferta a las familias», dice Artieda.

Bueno señala que «la media del precio de habitaciones en Eivissa está en 1.500 euros». Es decir, es un precio habitual. «Nosotros [en referencia a Palma y en general a Mallorca] vamos detrás de los ibicencos con un año o dos de retraso. Esta situación inmobiliaria es un suma y sigue», se lamenta la vicepresidenta de los agentes inmobiliarios baleares.

Si hace quince años era habitual encontrar 700 euros en un piso de tres habitaciones en el centro de Palma, ahora es el precio de una habitación, una vuelta de tuerca más para sacar el máximo jugo a las clases medias y trabajadoras. «Apretar siempre se puede apretar, pero se vivirá en condiciones más indignas», señala Climent Picornell, geógrafo y catedrático emérito de la UIB. «Alquilar una casa que se paga entre diez personas, pedir una barbaridad por una habitación y luego, el paso siguiente, la cama caliente», es decir, el alquiler por turnos de un simple colchón donde descansar y levantarse porque viene el siguiente.

La proliferación del alquiler turístico ilegal en edificios plurifamiliares está escatimando oferta residencial digna a precios asequibles. «Si quieren vigilar», dice Picornell, «el Govern debería poner más vigilantes».

El presidente de los agentes inmobiliarios explica que los casos ibicencos de alquiler de balcones o bañeras «son algo anecdótico, residual». Pero vista la capacidad de Mallorca para replicar los malos ejemplos de la Isla blanca, habrá que ver si se cumplen los peores vaticinios.