Imagen del monolito que sitúa los orígenes de la barriada de Son Canals. | F.F.

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La 'possessió', el molino y el 'safareig' de Son Canals fueron en su día el origen de un barrio que hoy en día es punto de encuentro de numerosas culturas, presume de una sólida historia social y deportiva, pero a su vez clama contra nuevas problemáticas como la aparición de la droga, los botellones, la inseguridad o la falta de espacios y aparcamiento, al limitar con las zonas tarifadas. A ello se suman otras peticiones como las quejas vecinales de los residentes en la zona del Passatge Son Real, que han alzado la voz por la presencia de un parque canino allí instalado, denunciando los ruidos y ladridos de los animales durante todo el día, además de un nuevo dolor de cabeza en el párking anexo.

Porque allí se ha producido un fenómeno de gran dureza, como es la aparición de drogadictos que dejan una imagen poco agradable captada por los vecinos, inyectándose diferentes sustancias y tirando allí las jeringuillas, con el consiguiente peligro que acarrea. A ello se suma el botellón, que se ha apoderado también del aparcamiento, generando una suciedad extra que molesta a los vecinos en un lugar marcado en rojo por todos ellos.

Son Canals limita con las barriadas de Hostalets, Son Forteza, Pere Garau, la Soledad, Son Gotleu y Can Capes y en sus calles se observan topónimos que les vinculan a sus raíces, como la vía que da nombre al barrio en sí o la calle Safareig. Allí, la inseguridad, el incivismo y la falta de espacios para aparcar para los residentes y vecinos suponen un dolor de cabeza y una preocupación latente.

El incremento de la población inmigrante y la amalgama de culturas y nacionalidades que se juntan y conviven en esos kilómetros cuadrados ha cambiado notablemente el perfil de la barriada, que recuerda con un monolito la ubicación de la 'possessió' original en la calle Médico José Darder, donde se ubican buena parte de los servicios del barrio (Correos, bancos, supermercados...).

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El antiguo campo de fútbol de Son Canals (y el campo del Recreatiu), cuartel general del Atlético Baleares, es otra señal de identidad, que se refleja en lugares como el CEPA Son Canals, uno de los puntos neurálgicos y escenario clave a escala social, educativa y formativa en ese rincón de Palma. El colegio público es otro pulmón, pegado a la plaza Jorge Luis Borges, que ofrece otro parque infantil -como el de Médico José Darder- y una pista polideportiva a los residentes.

La conocida como Plaça des Güell, en recuerdo de lo que fue el emblemático bar, es un punto neurálgico. Allí se hallan las ilustres huellas de personalidades notables de la sociedad mallorquina, además de un busto en homenaje al motor de ese movimiento social crecido en torno al local que regentó durante décadas: Tolo Güell.

No muy lejos sigue degradándose lo que fue un lugar de reunión para miles de palmesanos y mallorquines. Los multicines Chaplin, que indirectamente dieron nombre a una zona de la barriada, continúan cerrados sin un futuro definido a corto plazo.

La presencia de Emaya es evidente y se hace notar, pese a incidencias que se escapan de su capacidad de acción, como esa aparición de drogadictos y jeringuillas y otro tipo de materiales en el aparcamiento ubicado junto al Club Petanca Hostalets. De la misma manera que los vecinos de Son Canals cuentan con conexiones de transporte a través de las líneas 5, 33, N4, 3 y 40 de la EMT.

Llama la atención la presencia de una discreta iglesia ortodoxa serbia tras el CEIP Son Canals, muestra junto a los diferentes establecimientos regentados por ciudadanos de otras nacionalidades -asiáticos en buena medida- la mezcla de culturas que define al barrio, que da cobijo a entidades como la ACHINIB, que reúne al colectivo chino, muy activo en esa zona y Pere Garau, donde buena parte del tejido comercial y ya de servicios está en sus manos.