María Isabel Fuster, a la caza del voto de Alvise Pérez | Miquel Àngel Cañellas

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«Yo voté al Chikilicuatre, luego Vox y hoy, a Alvise». Los titulares de periódico campan a sus anchas en los colegios electorales donde este domingo se decide el gobierno europeo: solo hace falta estar con la oreja atenta y la libreta dispuesta a cazarlos. «Yo vi una entrevista preciosa que le hizo el coronel Baños a Alvise y es una persona que me gusta, que se presenta para defender contra las causas que le persiguen y así se defiende», dice María Isabel Fuster. Aparece en el CEIP Joan Capó, en el corazón de Son Gotleu, con la carta del censo electoral que le indicaba el colegio y la mesa. Escrito a lápiz, ella se ha apuntado la papeleta a escoger: Alvise Pérez. El nombre del partido que opta a un escaño en Bruselas no engaña a nadie: 'Se acabó la fiesta' y de logotipo, una ardilla con la careta de 'V de Vendetta'. «Es que tengo que votarle para que tenga inmunidad política y no puedan imputarle», razona Fuster, que advierte que antes «yo voté por Jorge Campos».

Son Gotleu vivía esta mañana una mañana una jornada tranquila, con un trasiego continuo de votantes que se acercaban al colegio. Muy lejos de los disturbios que alteraron la convivencia de esta populosa barriada hace escasos días. La pluralidad de este barrio se ve en la composición de sus mesas y en sus votantes: mujeres con pañuelos en la cabeza, hombres de piel oscura procedentes del África subsahariana, mallorquines de los de ocho apellidos y sudamericanas que han visto desde la ventana los conflictos del otro día entre argelinos y el resto de vecinos. «Los niños tenían miedo de salir a la calle a jugar», cuenta Florinda Pérez, presidenta de una de las mesas del CEIP Joan Capó.

Dos monjas en el patio del CEIP Aina Moll
Dos monjas en el patio del CEIP Aina Moll

En las paredes de los colegios se vive la realidad de la calle. Los niños muestran sus trabajos a los miles de votantes que este domingo se han acercado a los colegios. En el CEIP Joan Capó, trabajos sobre Clara Campoamor y su lucha por el voto femenino. En el CEIP Aina Moll, un mural enorme de refranes mallorquines escritos por escolares con apellidos de todos los puntos cardinales y en el CEIP Jafudà Cresques, en Pere Garau, los niños colocan su foto y su nombre: Luciana, Sebastián, Mohamed, Mia, Ibrahim, Zhenggyuan, Catalina.

Y Son Gotleu, que ha copado tantos titulares últimamente, es el lugar donde se encuentran el alcalde de Palma, Jaime Martínez (PP), y el senador José Hila (PSOE), que le cedió la vara de mando en las elecciones municipales el año pasado. A ambos les paran vecinos para contarles sus cuitas residenciales: gente que en lugar de llevar los desechos a la basura al contenedor, la sube al terrado. O un contenedor cerca de una casa «de mujeres de compañía» que está dando guerra a unos vecinos de una calle con nombre de pico. Una vez resueltas las consultas, Martínez e Hila aprovechan para intercambiar impresiones.

—A ver si nos ayudas un poco...— dice el alcalde al senador, que ahora está en Madrid defendiendo los intereses insulares. Aparece el tema de Son Busquets, «hay que ir y partirse la cara», suena como consejo.

Jaime Martínez y José Hila, los alcaldes de Palma del PP y PSOE, en el CEIP Joan Capó
Jaime Martínez y José Hila, los alcaldes de Palma del PP y PSOE, en el CEIP Joan Capó

Por suerte, el cambio climático ha dado una tregua y los ventiladores de emergencia para ocasiones electorales están aparcados. Todo esto después de un caluroso 23-J, con motivo de las Elecciones Generales, donde los españoles se dieron cuenta de que nuestros niños de la escuela pública se cuecen en las aulas y que sufren de golpes de calor haciendo gimnasia en los patios sin sombra. La escuela pública tiene condiciones metereológicas dignas de Arrakis y solo un fremen (disculpen la referencia friki acerca de Dune) o una alumna mallorquina es capaz de soportar 30 grados a las ocho de la mañana. Otra cosa es su capacidad de retener conocimientos en un cerebro derretido: las huelgas serían antológicas si esas condiciones se dieran en sus refrescantes oficinas.

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Ojo con Alvise. A las nueve y media de la mañana, un padre y su hijo, con una pinta bastante normal, empiezan a rebuscar entre la treintena de papeletas diferentes. Las hay de las clásicas y luego están las del Partido Pirata, La España Olvidada Existe, Soberanía Alimentaria, Feministas al Congreso o Salamanca-Zamora-León Prepal. Pero hay una papeleta que vuela de las mesas: la de Alvise y 'Se acabó la fiesta', que se alimenta del caladero de Vox pero también araña votos de ciudadanos y PP. Padre e hijo cogen la papeleta y empiezan a reírse, la madre protesta: «Pero si es un voto tirado a la basura». Padre e hijo se ríen y la depositan en la urna. Lo que parecía una broma de las redes, empieza a tomar tintes de realidad. Al estilo de Chikilicuatre en Eurovisión, al de Javier Milei y su motosierra.

Pedro Miró y Juan Binimelis, los comerciantes más veteranos de Sant Miquel
Pedro Miró y Juan Binimelis, los comerciantes más veteranos de Sant Miquel

En el CEIP Aina Moll dos monjas de avanzadísima edad acuden a las urnas. Son religiosas del convento de Santa Teresa de Jesús, en Las Ramblas. La hermana Isabel María de la Madre de Dios, con sus espléndidos 89 años, y la hermana María Dolores de Jesús llevan el sobre preparado para meterlo en la única urna. Los miembros de las mesas electorales sienten cierto alivio: por lo menos el recuerdo será mucho más rápido, aunque los datos no se harán públicos hasta las once de la noche, cuando cierran los colegios electorales de Italia.

En este colegio ya hace un sol de justicia a las once de la mañana y en el patio crecen un puñado de árboles que han sido plantados este año. Las cosas de palacio van despacio. Allí se citan también dos veteranos del comercio de Sant Miquel: Pedro Miró, cuya joyería abrió su padre en 1932, y Juan Binimelis, el fundador de Bordados Valldemossa, de 1971. «Somos los más veteranos de toda la calle», dice Miró, que acaban de contar una nueva baja en el pequeño comercio y se cuela otra franquicia. «Pero nosotros aguantamos, cada día tenemos reseñas en Google y vendemos por Internet», advierte Miró.

Mientras tanto, una mujer lleva a su hijo de la mano a media mañana:

—Mamá ya ha votado. Y luego, que sea lo que Dios quiera.

Lo que Dios, o más bien los electores europeos quieren, se conocerá esta noche a partir de las once.