Paquita Calafell en el jardín de su casa en El Toro, Calvià.

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Con 81 años y mucho esfuerzo a sus espaldas, uno de las cosas que más valora Paquita Calafell es la serenidad y un sitio tranquilo para vivir. Así lo demuestra con su vivienda en la localidad de El Toro en Calvià, donde los pocos sonidos que rompen el silencio provienen de las bravas olas que chocan en la costa y generan un chorro de agua dirigido hacia el cielo. Sin embargo, lo que pocas personas saben es que esa paz y sosiego al que tanto se ha acostumbrado se tratan de los sustitutos de lo que fuera hace apenas treinta años el bullicio, el gentío y los clientes que plagaban las galerías de Plaza Mayor, donde Calafell, junto a su difunto esposo Tolo Oliver, trabajaban día y noche en una de las tiendas textiles más exitosas y visitadas del ya abandonado centro comercial, que, a pesar de tratarse de poco más que un espacio desaliñado y oscuro a día de hoy, hace no tanto tiempo era un centro neurálgico del comercio de Palma, donde tanto locales como turistas acudían para comprar desde souvenirs de recuerdo hasta regalos para Navidad, manteniendo viva la economía de la ciudad durante todo el año.

Para poner en contexto, Calafell y Oliver provenían de una modesta tienda en Cala Mayor y, con la construcción de las nuevas galerías de Palma entre finales de los 60 y principios de los 70, decidieron, en 1978, poner su primera tienda y la que sería su principal hasta su jubilación, Xisca Moda y Piel, en honor al nombre de su propietaria. «Cuando llegamos a las galerías no fuimos los primeros, pero sí es cierto que había muy pocas tiendas. Sin embargo, a pesar de estar empezando, ya los primeros meses teníamos muchísimo trabajo. Nuestra comercio era una tienda de pieles, y vendíamos desde chaquetas, bolsos hasta zapatos».

Paquita Calafell en su tienda de la galerías junto a sus dependientas Presentación (cent.) y María José (izq.)

Sin embargo, esa euforia comercial tan precoz que estaban viviendo se vio truncada por un súbito incendio que sucedió poco antes de su primera Navidad en la zona y que afectó a gran parte de los comercios de las galerías. La tienda de Paquita no fue una excepción, y en pocos días perdieron gran parte de su inversión: «El comercio de atrás instaló el aire acondicionado de la forma que no tocaba y como los techos eran de madera se propagó muy rápido y nos quemó toda la tienda con todo el género que habíamos adquirido dentro. En ese momento no habíamos firmado el seguro y no pudimos recibir ninguna compensación. Apenas llevábamos abiertos medio año».

De esta manera, se cerraron las galerías a cal y canto durante medio año para reformarlas de arriba abajo y hasta 1980 no pudieron reanudar su actividad comercial. Sin embargo, lo que parecía un cuadro pesimista y desalentador pronto se convirtió en una oportunidad de oro cuando el centro comercial dieron el «petardazo» y grandes masas de gente acudían día tras día llenando de ambiente y ruido las ya renovadas galerías de la Plaza Mayor, las cuales no llevaban ni cinco años en funcionamiento: «Desde el principio fue un boom. En aquel momento los turistas que venían en cruceros subían por las escaleras de la Costa del Teatre y nosotros estábamos muy cerca de la entrada. Primero se paraban en una joyería que estaba en el umbral y al girar la esquina estaba nuestra tienda. Vendíamos muchísimo y siempre había trabajo».

En retrospectiva, Paquita destaca no solo la cantidad de personas que pasaban por su tienda principal y una segunda que lograron abrir enfrente especializada en maletas, sino también los variopintos perfiles que acudían a Xisca Moda y Pieles, que van desde rusos, americanos, hasta celebrities españolas y del país británico: «En los ochenta, antes de que Barcelona nos los robaran, venían muchos rusos a comprar chaquetas de piel a sus mujeres. Pagaban siempre en dólares y eran muy metódicos: iban con una lista de lo que querían y no regateaban, y tampoco les podías ofrecer otra cosa. También venían muchos marines de Estados Unidos, que se acercaban a comprar bolsos y zapatos a sus mujeres a modo de recuerdo».

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Igualmente, si en verano la economía de las galerías fue incentivada por los turistas y extranjeros, el resto del año era el turno de los locales, que no solo acudían al centro comercial, sino que también era su zona de referencia a la hora de hacer las compras de Navidad, generando comercio en invierno y de esta forma desestacionalizando el flujo económico de las islas: «Las semanas antes de Navidad era la época, junto al verano, cuando venía más gente. Lo que más se vendían era chaquetas de piel, pantalones de piel, y zapatos de fiesta. De hecho, recuerdo un persona muy importante que trabaja en los juzgados que venía cada año con una lista y siempre se lo enviábamos a Avenida Alemania». De entre algunas de las caras más conocidas que cruzaron su tienda se encuentran los tenistas Rafa Nadal y Roger Federer y los actores José Luís López Vázquez y Arturo Fernández.

Presidenta de los comerciantes de las galerías

De todas formas, aparte de la tienda en sí, posiblemente uno de los grandes aportes de Calafell y Oliver a las galerías de Plaza Mayor fue sus periodos como presidentes de la Asociación de Comerciantes de las Galerías, él de 1985 a 1987, y ella a principios de los 2000, cuando Catalina Cirer era alcaldesa de Palma y con quien mantenía una muy buena relación: «Cirer venía mucho a las galerías. Siempre vestía de ropa de calle y nos decía que la tratáramos de tú. Lo cierto es que, al menos desde mi punto de vista como presidenta, fue una alcaldesa que se preocupó mucho por el estado de las galerías. Había una preocupación por mantenerlas bien».

Así, aparte de la relación con los políticos, lo que más recuerda Calafell durante su mandato como presidenta no es otra cosa que las personas que iban a su tienda cada día preguntando por establecimientos que estuvieran vacíos. Durante todo el año que ejerció como presidenta, en ninguna ocasión respondió que sí: «No se cerraban muchas tiendas. Independientemente de la posición o de la zona la verdad es que todos hacían bastante dinero porque había de todo. Los comerciantes establecidos no querían irse por lo que era muy complicado entrar nuevos negocios. La gente se mataba por poner una tienda».

Los 2000: retirada y declive

Por último, Calafell recuerda los últimos años que estuvieron en activo en la tienda, que dejaron definitivamente en 2008 cuando ya se jubilaron. De esta forma, la comerciante señala que, a pesar de que en ese momento todavía había gente y comerciantes que les iba bien en las galerías, sí que comenzó a notar un ligero declive: «Pocos años después de dejar la tienda a nuestras dependientas ya notaba que no iba tanta gente. Las concesiones del ayuntamiento ya estaban a punto de terminar y muchos comerciantes ya comenzaban a reducir el género para en un futuro más próximo que lejano dejar la tienda. Ya no eran aquellas galerías en las que había tanto de todo. Habían decaído bastante».

Tolo Oliver y Paquita Calafell en si tienda poco antes de jubilarse.

De esta forma, con toda experiencia comercial a sus espaldas y viviendo las grandes épocas de las galerías de Plaza Mayor, Calafell se muestra muy crítica con las acciones de dejar caducar las concesiones del anterior grupo de gobierno del Ayuntamiento de Palma, encabezado por José Hila como alcalde: «Dejar caer un espacio con tantísimo potencial es una verdadera pena. Desde hace unos diez o doce años ya no dan ganas ni de entrar, de hecho el acceso del teatro, entre el olor y los desperfectos, ya es intransitable. No comprendo como el Ayuntamiento dejó caer una zona tan bien posicionada. En pocos años ha pasado de ser de uno de los pulmones comerciales de Palma a un antro donde nadie quiere entrar».