La madre con los dos niños y su ex pareja, que acudió a ayudarla este martes | Pere Bota

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En el Monopoly que son las calles de Son Gotleu los de siempre siguen perdiendo la partida. A primera hora de la mañana estaba previsto el desahucio de Soukaina y sus tres hijos de cuatro y tres años y un bebé de ocho meses. La joven está separada del padre de sus hijos, que este martes acudió para echarle una mano ante el desahucio. La casa, en la calle Tomàs Rullán, estaba prácticamente vacía.

El piso en el que vive ella con los tres niños ha estado en manos de varios fondos buitre, el último de ellos Aliseda. «Llevaba allí desde 2020, intentaba negociar un alquiler social pero siempre se han negado», explica Suokaina mientras un nutrido grupo de activistas del Sindicat del Habitatge de Palma (SHP) se habían plantado ante la puerta esperando a la comisión judicial.

«El padre de mis hijos quería comprar el piso para dejarnos un techo, Aliseda nos dijo que nos lo vendía por 80.000 euros. Él es carnicero y estaba pidiendo la hipoteca y moviendo los papeles con Aliseda cuando, de repente, en el registro de la propiedad nos advirtieron de que lo acababan de vender y solo por 50.000 euros». Un jarro de agua fría que aún iría a peor. El comprador es el vecino del cuarto, «que ya tiene cinco viviendas en este portal». Soukaina lamenta que se haya vendido «a una familia marroquí que está comprando todo en Son Gotleu, ya tiene un estanco y otras viviendas».

El desahucio estaba previsto en la calle Tomàs Rullán

A partir de entonces, asegura, comenzó el acoso. «Los nuevos dueños me insultaban en el portal y me escupían mientras estaba con los niños. He ido a denunciarlo a la policía pero me dijeron que no tenía importancia», cuenta la mujer que nació en Melilla y vino aquí en 2016. Desde los 16 años cuida de personas mayores. «Me encanta mi trabajo pero estaba de interna de lunes a viernes y solo me aseguraban cuatro horas al día», lamenta. Ahora intenta sacarse la ESO en el instituto pero el desahucio le ha pillado con los exámenes. Ayer, el SHP consiguió retrasar el desahucio. Los activistas apenas pasan de los 30 años, «vivimos en habitaciones y estudiamos y trabajamos», cuentan.

Soukaina sigue buscando techo pero «no tengo ninguna opción de encontrar un alquiler». En la calle, una mujer observaba: «Me desahuciaron con tres niños hace tres semanas. Si lo llego a saber, llamo a los del Sindicat».