María, en una de las habitaciones construidas en el parque de Son Malferit. | Miquel Àngel Cañellas

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María y Ramón, los habitantes del parque de Son Malferit, viven en un continuo sobresalto. Esta misma semana habían recibido una nueva notificación de desahucio por parte del Ajuntament de Palma: el día 18 de diciembre, solo una semana antes de las fiestas navideñas, tenían que dejar la precaria construcción en la que residían desde hace cuatro años. La angustia volvía a coger del cuello a estos padres de familia con dos hijos a su cargo, de 14 y cuatro años.

Sin embargo, el Consistorio les ha dado un pequeño respiro: la concejala de Serveis Socials, Lourdes Roca, señaló ayer durante la Comissió de Serveis a la Ciutadania que se aplazaría el desahucio y que no habría una nueva citación hasta después de Navidades. Cort incidió en que se ha ofrecido a la pareja toda la ayuda disponible en el ámbito municipal, después de que la regidora de Podemos Lucía Muñoz se interesara por el caso solicitando paralizar el desahucio.

«Por lo menos tenemos dónde pasar las fiestas», decía con cierto consuelo María, que ha vivido la tercera suspensión del lanzamiento de este terreno municipal en el que está previsto instalar un punto verde y, además, un punto negro para atender a las caravanas, el segundo del municipio.

Carmen, otra de las residentes del parque. | Miquel Àngel Cañellas
Carmen, otra de las residentes del parque. | Miquel Àngel Cañellas
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La familia lleva meses buscando otra opción para alojarse pero «o no aceptan niños en las habitaciones que se alquilan o se dedica al alquiler turístico o de temporada», lamenta María, que ha rastreado todos los anuncios en busca de una alternativa.

El pasado mes acudieron al pleno ante la primera amenaza de desahucio y consiguieron que se aplazara y contar con una cita con el alcalde la semana siguiente. «Nos ofrecía ir a un albergue municipal pero allí no podemos tener una vida normal con los niños. Ni podríamos salir de allí a las seis de la mañana para ir a vender al mercadillo de Son Fusteret, donde vamos todos los sábados para ganar algo», dice María.

En esa tensión permanente en la que viven, al final habían optado por empaquetar la mayoría de sus pertenencias. ¿Qué opción barajaban para el próximo miércoles? «El niño mayor se iba a ir al instituto y nosotros nos mudábamos a una caravana, aunque sabemos que ahora van a multarnos por vivir en ella», cuenta con resignación. Pero el objetivo es no alejarse de los centros escolares de sus hijos para no crearles un quebranto aún mayor, por si no fuera suficiente encontrarse sin hogar, por muy precario que sea, de un día para otro.

Mientras tanto, siguen con los servicios sociales municipales en busca de soluciones. «No tenemos cita con el Ibavi hasta el 13 de marzo», explica, no muy esperanzada. La larga historia de techos precarios de María y Ramón, repleta de tintes dickensianos y con la Navidad a la vuelta de la esquina, también tiene un hueco para el agradecimiento, pese a todo. «Lucía Muñoz nos está ayudando mucho. Y llaman a mi marido para que vaya a afilar cuchillos. En la casa en la que limpio no les importa que vaya a arreglar papeles y nos dejan gratis una caravana para vivir... Hay gente buena», dice María.