A final de mes cierra definitivamente su tienda Microdelta, un oasis analógico donde arreglaba cámaras Super 8, teleobjetivos, reproductores de vídeo, proyectores o tomavistas. Y si cierra las puertas no es por falta de trabajo.
En 2014 hizo un amago de jubilación, pero al final se convirtió en un retiro parcial que rompía los martes, cuando acudía a su taller de la calle Ramón Muntaner, en el número 39. «He tenido una jubilación activa desde los 65 hasta los 75 años», explica Bauzà, que advierte que «tengo clientes que vienen incluso de la Península».
Su clientela se ha ido rejuveneciendo, con jóvenes que rondan los 20 y los 40 años que se han encontrado con las cámaras de sus abuelos. «Se han hartado de lo digital. Hay una locura por el Super 8 otra vez», explica Bauzà, que hasta ahora ha atendido a una legión de miembros de la Generación Z y Millenial que se han cansando de los trucos baratos de las cámaras de los móviles. Ahora manda el carrete de toda la vida.
Sin embargo, pese a esta fascinación analógica, no hay sucesor para el puesto del propietario de Microdelta. «Vinieron un par hace un tiempo. Uno decidió que se volvía a la informática y al otro le empezó a fallar la vista», se lamenta.
«Me sabe mal pero no puedo hacer otra cosa que devolver todas las cámaras que me han enviado para que las arregle. Tenemos además una falta enorme de repuestos», admite. Las cámaras, que llevan tantos años guardados en los cajones, salen ahora dañadas por la humedad y el moho. Mientras tanto, en sus estanterías reposan todo tipo de aparatos: desde microcámaras de espías de 16 milímetros a una cámara de placas que rodaba con una vela en su interior. También las tiene de fuelle, del siglo XIX, las de cajón que se popularizaron en los años 30 o la Kodak Brownie, el regalo estrella de las comuniones de los años 50.
Ahora busca un sitio para su colección, «me da igual que sea el ayuntamiento, un museo o cualquier ente público. Quiero cederlas para que la gente pueda contemplarlas», asegura este artesano que ha decidido colgar el delantal. Con la marcha de Bauzà en busca de su merecido descanso se acaba así una profesión que no tiene recambio en la Isla y con escasos supervivientes en la Península. Una gran pérdida para Palma.
1 comentario
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
Un gran profesional.. Le echaremos en falta. Una pena q no haya sucesión.