La infraestructura hidráulica de Inca no está ni mucho menos
preparada para hacer frente a las consecuencias de una torrentada,
a pesar de las importantes inversiones públicas realizadas los
últimos años.
Al menos así lo afirma el geógrafo inquer Joan Estrany Bertos,
que ha elaborado recientemente un estudio sobre la relación entre
el crecimiento histórico de la ciudad y los dos torrentes que la
atraviesan.
Estrany relata que hasta el siglo XIX, el núcleo urbano se
circunscribía a un montículo comprendido entre los torrentes de
Cantabou y sa Canaleta, de forma que quedaba a resguardo de
posibles inundaciones.
A partir de 1860, se produce un crecimiento urbanístico ocupando
las llanuras de inundación de los torrentes y sin hacer una gran
vía que cubriese todo el recorrido urbano del torrente de Cantabou,
a pesar que así lo preveía el plan urbanístico de 1923.
Este importante crecimiento obliga a enterrar los cauces de los
dos torrentes por la Gran Via de Colon y por la zona de Es Cos. El
estudio expone que el desarrollo de la urbanización de es Blanquer
en los años setenta inutilizó el Torrent de Cantabou. Después de
las inundaciones del año 90, las mas importantes del siglo, se
realizaron importantes obras de mejora en la red de aguas
pluviales. La última de ellas se ejecutó en el 99 con la
instalación de unas grandes tuberías en la Gran Via.
En la entrada a la ciudad desde Mancor se colocaron unas rejas
para recoger el caudal procedente de la cuenca y así canalizarlo
bajo tierra. Estrany considera que este sistema es inútil cuando
hay lluvias fuertes, ya que el sedimento obstruye las aperturas y
el agua pasa a correr en superficie.
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