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J. J. S. A excepción de Santa Ponça y sa Porrassa, ambas en Calvià, las demás han quedado atomizadas por la presión urbanística. Son Sales (Marratxí), entonces propiedad del marqués de la Romana, también se hizo pedazos, Curiosamente, el marqués de la Romana también era el dueño de la gran finca calvianera de Bendinat. Sus descendientes la mantienen, pero es mucho más pequeña después de sufrir reiteradas segregaciones. Hace 140 años, Santa Ponça tenía 6.161 quarterades y era mucho más grande que sa Vall, de los March. Estos datos demuestran que las fincas más extensas se concentraban en las zonas costeras o en la alta montaña, tierras poco fértiles, azotadas por el salitre y los suelos pobres. Así, se podían poseer más y más quarterades. En cambio, las tierra fértiles, en es Raiguer y es Pla, estaban sometidas a intensos procesos de parcelación.

La llegada del turismo transformó en oro la tierra salinizada junto al mar. Aquellas grandes fincas, miserables e improductivas (Calvià era uno de los municipios más pobres y despoblados), se convirtieron en objeto de deseo y expectativa de riquezas, un modo de ganar dinero rápido y fácil. En el polo opuesto, las possessions de montaña, lejos de las especulaciones inmobiliarias o turísticas, conservaron más o menos sus dimensiones. Pero nada es para siempre y en los últimos años las fincas del interior y las de montaña, hasta ahora olvidadas e intactas, han aparecido en el punto de mira de los inversores inmobiliarios y eso ha supuesto la segregación de las grandes fincas.

Sa Vall, de los herederos de Joan March, abarca buena parte de los municipios de Santanyí y ses Salines y es la finca más grande de Mallorca con sus 5.298 quarterades. Es una propiedad costera y con una rentabilidad agrícola precaria, a pesar de las grandes inversiones realizadas. Esta finca y el mar son los únicos caminos para acceder a calas y playas que han permanecido vírgenes precisamente porque sus propietarios han estado dispuestos a gozar de esta situación por su holgura económica, quedando la finca lejos de la presión constructora.

Ninguna otra finca puede compararse en extensión a sa Vall. La segunda propiedad más grande es Formentor (Pollença), aún más privilegiada que sa Vall y en manos de la misma empresa que explota el emblemático hotel. La oferta de compra no consumada por unos 15.000 millones de pesetas del recinto, con hotel incluido, por supuesto, puede servir para orientar cómo está el mercado. A continuación está es Cosconar (Escorca), conocida por sus humildes casas empotradas en un abrigo de la montaña. Esta finca, también heredada por los March, está atravesada por algunas de las rutas excursionistas más bellas de la Serra de Tramuntana.

Tras el triunvirato se sitúa Galatzó (Calvià), en manos de una familia vasca y sobre la que se realizó una opción de compra para construir un hotel rural y un campo de golf. El sueño de la alcaldesa, Margarita Nájera, es hacer de esta propiedad una finca pública. Es Fangar, en Manacor, con sus 1.800 quarterades, se sitúa en el quinto lugar. Recientemente ha sido adquirida por un ciudadano alemán por algo más de 2.000 millones de pesetas. Los March también tienen otras dos grandes fincas de la Isla: Ternelles (Pollença) y Mossa (Escorca).