La incertidumbre e inquietud de los trabajadores han aumentado
desde que Majórica decidió, a principios de semana, presentar
suspensión de pagos. «Una puñalada trapera y a traición», ha sido
uno de los comentarios que han surgido con las últimas actuaciones
por parte de la empresa. Las negociaciones con el Govern estaban
llegando a un acuerdo, pero se ha roto por culpa de Majórica. Ante
la decepción, algunos trabajadores han optado para encender sus
ánimos y han apoyado las movilizaciones que los comités de empresa
y los sindicatos han organizado.
Pero muchos se preguntan si todos estos esfuerzos y medidas de
presión a «no se sabe muy bien a quien», servirán para algo.
«¿Servirán los dos días de huelga para que los accionistas decidan,
de una vez, ampliar el capital suficiente para aligerar la carga
financiera que tienen a través de los bancos? ¿Nos pagarán las
prejubilaciones o indemnizaciones que han prometido? ¿Qué pasará
con los trabajadores que queden, cuál será su futuro?». Todas estas
preguntas se lanzan sin poder obtener una respuesta que convenza a
los trabajadores, ni en definitiva a la sociedad de Manacor que no
entiende cómo una empresa con más de 100 años de trayectoria
termine con una crisis que arrastre a sus empleados al
desempleo.
Crisis nerviosas, estrés, ansiedad, depresión, taquicardias, son
las principales enfermedades que se han derivado de esta tensa
situación de no saber lo qué puede pasar. La crisis económica no
sólo la sufre la empresa sino también todos los trabajadores que
han iniciado proyectos que tienen que pagar. El remedio está en que
los accionistas inviertan y amplíen el capital o que otros
empresarios intenten reflotar Majórica.
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