Por primera vez en su historia, la Denominació d'Origen (DO)
Binissalem ha superado las 500 hectáreas de viña inscritas,
culminando un acelerado crecimiento durante los últimos años. La DO
fue creada en 1990 con 300 hectáreas y hasta 1998 mantuvo esa
extensión más o menos estable, con algunos altibajos, pero fue a
partir de ese último año que experimentó una más que notable
ampliación. Así, ha pasado de 319'63 hectáreas en 1998 a las 507'84
registradas el pasado junio, un incremento del 58'88%, a la espera
de que el Consell Regulador estudie más solicitudes de inscripción
que pueden darse de alta este año y en los próximos.
Sin embargo, esta expansión no puede considerarse únicamente en
términos positivos. Según apunta el secretario del Consell
Regulador, Josep Carretero, «actualmente no existe la demanda de
terrenos de hace unos años. El proceso de expansión se ha frenado
un poco. Es previsible que la tendencia sea la de desacelerar el
ritmo, principalmente porque el consumo asiste a un cierto
estancamiento y sería absurdo continuar con ampliaciones. A todo
ello se añade la fuerte competencia de nuevas marcas y una mayor
demanda de vino joven frente a crianzas y reservas».
Fuera de la propiedad directa de la viña, en la DO
Binissalem-Mallorca existen tres modalidades de explotación,
explicadas por el secretario general de Unió de Pagesos y
vitivinicultor de las Bodegues Jaume de Puntiró, Pere Calafat: «La
más habitual es el alquiler o arrendamiento de terrenos. El
viticultor paga toda la inversión de la nueva viña, pero el
alquiler que paga al propietario es bajo, unos 600 euros anuales
por hectárea durante 25 años de contrato. Es el sistema utilizado
por las grandes bodegas y cellers». «La segunda modalidad consiste
en que el payés viticultor paga toda la inversión de la nueva viña
sin pagar alquiler al propietario durante 14 años. Transcurrido ese
tiempo, el propietario de la tierra puede hacer lo que quiera:
prorrogar o prescindir del alquiler, explotar directamente la viña
o lo que considere oportuno». «Finalmente, la tercera modalidad
consiste en que el propietario paga la inversión de la nueva viña,
incluso el jornal del payés viticultor, hasta que éste pasa a
explotar directamente el cultivo pagando un arrendamiento que puede
oscilar entre 600 y 900 euros por hectárea y año. A partir de aquí,
el payés viticultor se hace cargo de dos tercios de la inversión en
mano de obra, maquinaria y combustible, mientras que el propietario
asume el tercio restante. El gasto en abonos y fitosanitarios es al
revés: dos tercios a cargo del propietario y un tercio lo asume el
payés viticultor».
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