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LL.GARCIA
Las «clementines» del municipio de Sóller, una variedad de cítrico muy apreciada que, en el Valle, adquiere un alto nivel de cualidades organolépticas, se secan en los árboles sin que casi nadie las recoja para ponerlas a la venta. El principal motivo de esta situación es el bajo precio que los payeses de los huertos sollerics reciben por este fruto -como mucho unos 30 céntimos- por lo cual la cosecha resulta del todo inproductiva.

Antoni Burgos es uno de estos payeses sollerics dedicado a este cultivo: «Esto es exactamente igual que regalar la naranja y encima poner el trabajo del propio bolsillo», afirma. Burgos considera que su opinión es compartida por muchos otros payeses del Valle «de los naranjos», un nombre que considera que de cada vez será más difícil de justificar debido al progresivo abandono que están sufriendo hoy en día los huertos de cítricos.

En el caso concreto de la clementina -una de las variedades de las llamadas mandarinas- los frutos siguen en estos momentos en los árboles, muchos de ellos completamente cargados, y empiezan a sufrir los efectos de las bajas temperaturas. Según indica Burgos «la clementina ya debería estar totalmente recogida, siendo lo ideal hacerlo entre diciembre y enero».